lunes, 22 de octubre de 2018

Prométoche unha terra

Aquí vai o primeiro poema da miña obra "Verbas Galegas". É en galego mais tentarei de publicar o poema en castelán adiante.

Aquí va el primer poema de mi obra "Verbas Galegas". Es en gallego pero intentaré ir publicando estos poemas en castellano más adelante.

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Prométoche unha terra
De refulxente azul e verde
Onde os trasnos no río, nas beiras
Cantan, amigables, por verte.

Terra de outonal colorido.
Verdes bosques, verdes valles.
Azuis os lagos, o mar e os ríos.
Ecos, neles, da súa xente, cantares.

Navega, veleiro miño, ata a miña terra.
Lévame a ela, antes do serán
E que máis viaxeiros se enamoren dela
Esquecendo as correntes e o temporal.

Vexo Galicia oteando ó horizonte.
Non hai máis beleza que a súa silueta.
Fálame o seu vento desde o monte.
Fálanme as súas brisas frescas.

Prométoche unha terra con lingua musical;
Melodía nas auroras as súas muiñeiras.
Terra de rica cultura ancestral
Onde sabios e peregriños percorreran.

Aunque viaxe quilómetros e leguas,
Aunque atravesé países e nación,
Máis alá dos desertos, máis alá das mareas
Levareina na mente, levareina no corazón.

¡Ai, Galicia! ¿Podo facerte unha pregunta?
¡Quén o soupera! ¡Quén o descobrera!
Osarei atreverme e non morrer coa duda.
¿Por qué eres tan bella?


Marea Negra

Preséntovos un poema en galego que escribín fai meses sobre o que significan para nós os animais.


Onte augas claras bañaban as súas nacaradas patas.
Xogaba coas pingas baixo un amencer dourado.
Hoxe chevouno lonxe a escura marea negra.
Marexada azabache, invisible a ollos vivos.
Azabache marexada, a que ao ser vista
Xa non hai volta atrás. E as ánimas se afogan
Nas suas ondas, sen piedade nin compasión.
A miña bestia canina… de bestia, pouco.
As súas cinzas rociarán á herba dun monte
Con vistas a un horizonte onde o mar clarea
Lonxe das tenebras baixo un pálido ceo azul.
E o lembarei na noite, plenilunio como testemuña.
Entre a brétema perecerán os seus valores,
A lealdade e bondade. Desinterado agarimo.
Adéus digno amigo, meu camarada querido.
Ata cedo nun mundo cada vez máis descoñecido.


viernes, 5 de octubre de 2018

Capítulo 24 "El camino que nadie nombra"



Enlace a la obra completa:

24
Despierto aletargada. Mi vista es borrosa y me duele la cabeza. Siento que estoy recostada sobre una confortable cama. Después, mi vista se va aclarando pero aún me pesan los párpados. Veo que estoy entre cortinas blancas. Y, entonces, comienzo a ser consciente de lo que ha ocurrido.
Lo último que recuerdo es ver a Marc, Dani y Tom muertos y yo a punto de matar a la presidenta Laria… No puede ser… No puede ser cierto. Que no estén muertos, que sea sólo un sueño…
Reparo en que a mi lado está Pedro, sentado en un sillón azul y durmiendo. El peso de la realidad se cierne sobre mí. Estoy viva, he salido de la guerra con vida pero sólo Pedro ha sobrevivido conmigo. La pérdida me abruma y estallo en un llanto desconsolado.
Lloro como hacía mucho tiempo que no lloraba. Quizás, a medida que escapan las lágrimas, se irá el dolor. Pero no lo hace y, a pesar de que me doy cuenta de que hemos conseguido lo imposible, no es suficiente porque no los he salvado. Por otro lado, al menos Pedro ha sobrevivido.
Pedro despierta y me sonríe. ¿Cómo puede estar sonriendo? Me da un gran abrazo.
—Tranquila Mirs… No pasa nada. Ya estamos a salvo —me intenta tranquilizar con dulzura—. Le tengo que decir a Dani que ya has despertado.
Paro de llorar. ¿Qué ha querido decir?
—Dani… ¿Dani está vivo? —Pregunto, con voz quebrada por el llanto.
—Sí —responde con una gran sonrisa. Y siento que ha recuperado su sonrisa de antes—. Él es el que ha estado la mayoría del tiempo haciéndote compañía mientras estabas inconsciente. Se curó muy rápido porque en cuanto llegaron los soldados de Hafix le inyectaron el antídoto. Ahora está ocupado pero, cuando sepa que has despertado, vendrá.
—Y… ¿Marc y Tom? —me atrevo a preguntar, temiendo la respuesta.
—También están vivos —contesta. Siento una gran euforia inundando mi cuerpo. Es increíble. Todo ha salido bien, entonces—. Pero están más heridos. Aún están guardando reposo.
Quiero levantarme de la cama, quiero saltar. Pero Pedro me lo prohíbe. En lugar de eso lo lleno de besos y sonrío como hacía meses que no sonreía.
—¿De verdad qué están vivos? ¿No es ninguna broma? —Pregunto, recelosa, tras el momento de euforia. Todavía sigo sin creérmelo.
—¿Cómo iba a bromear con eso, Mirs?
—Es que es demasiado bonito para ser verdad.
—Piensas eso porque has pasado cosas terribles últimamente. Pero ahora todo está bien Mirs, créetelo y disfruta porque te lo has ganado. Sin ti no habría sido posible.
Pedro trae a Dani. Está ileso, sin contar que lleva el brazo de la flecha en cabestrillo, y radiante de felicidad. En la vida lo había visto tan feliz. Siempre ha sido un tipo serio pero ahora sonríe como nunca.
—Mi pequeña hermanita guerrera —me dice cariñosamente con un beso en la mejilla—. ¿Así que lo tuyo es matar presidentes? Primero matas a Conan y luego lo intentas con Laria —añade y estalla en carcajadas.
Me cuenta que la presidenta nunca me había traicionado al no contarme su plan. No se lo contó a nadie porque era la mejor forma de llevarlo a cabo. El ejército era, precisamente, para rescatarnos y actuar de mediadores por la paz entre los soldados de Lanan del campamento, que estarían desconcertados por lo visto en televisión. La señal de la televisión que activó Henry fue tan potente que todas las televisiones de todo el planeta se activaron simultáneamente con un volumen tan alto que nadie pudo ignorarlas. En Lanan se produjo una revolución. La mayoría de los soldados renunciaron a servir a Lanan y, los que no, tuvieron que enfrentarse a los insurrectos. Los rebeldes quemaron los edificios públicos y se levantaron en revueltas con los restantes fieles a Conan.
Y, en cuanto a la presidenta, se aseguró de dar prioridad a salvar la vida de mis seres queridos porque así me lo había prometido y sentía que me lo debía. De hecho, el resto están muertos, incluso Paolo. Noticia que lamento con el alma.
—Todo gracias a ti —concluye Dani.
—Quiero ver a Tom y Marc —.Tengo mucho que asimilar. Pero creo que este no es el momento. Prefiero centrarme en lo que, hasta ahora, ha sido mi prioridad—. ¿Dónde están?
Dani y Pedro intercambian una mirada nerviosa.
—¿Qué? —Interrogo, porque conozco esa mirada.
—No están del todo recuperados ni lo bien que podrían estar —responde Dani.
Imagino cualquier cosa; desde una pierna amputada a una cara desfigurada. Pero me da igual. Lo importante es que están vivos. Así que no le doy importancia.
Sin embargo, Dani insiste en que antes me vea uno de los doctores del hospital. Resulta que están atendiendo a tantos heridos que cada planta está llena de pequeños compartimentos separados por cortinas, como el mío, con cientos de pacientes. El doctor decide que estoy bien y, con ayuda de mi hermano, salgo de mi compartimento.
Salgo a una estancia amplia, llena de compartimentos de cortinas, y muchos pacientes con quien supongo que serán sus familiares y amigos, charlando animadamente y paseando fuera de las cortinas. Me doy cuenta de que todo el mundo parece muy feliz; todos y cada uno, sin importar lo heridos que parezcan ( y muchos realmente lo están).
De pronto, una mujer con la cabeza vendada que está en frente de mí se queda mirándome fijamente. Me pregunto si tendré algo raro en la cara e intento limpiármela. Sin embargo, me señala y sus acompañantes también me miran boquiabiertos. Me imagino qué ocurre, debo tener apariencia de loca. Haber pasado tanto tiempo en Daos y en la guerra habrá hecho mella en mí. Pero, entonces, más gente se gira para mirarme con asombro.
—¿Miranda? —Pregunta un hombre con muletas.
—Sí… —respondo, sin entender nada.
Nada más pronunciar el hombre mi nombre, todos los presentes en la estancia se giran para clavar su vista en mí. Sin embargo, no me miran con desprecio ni reprobación, como sería si me miraran por parecer una loca; sino que me miran sonriendo y con admiración.
Miro a Pedro y a Tom, que parecen estar aguantando las ganas de reír. Entonces, el hombre con muletas comienza a aplaudir y es seguido por toda la multitud que está en la estancia; tanto pacientes, acompañantes y trabajadores. Incluso algún curioso asoma la cabeza por su compartimento y se une al aplauso. Parece que, en el hospital, se ha parado el tiempo y solo existe esta ovación. Y, por fin, lo entiendo.
Soy famosa.
La ovación continúa y permanezco muda e inmóvil sin saber qué decir y sonriendo tímidamente. Empiezo a ser más consciente de lo que he logrado. No sólo he conseguido salvar a mis seres queridos, que era mi principal objetivo, sino que he ayudado e incluso salvado la vida a mucha gente. Por no decir todo el planeta.
La gente se acerca a mí para saludarme; para darme abrazos, apretones de manos, besos… Todos felicitándome y agradeciéndome lo que he hecho y lo que significa para ellos; como los he ayudado... Estoy abrumada y solamente soy capaz de articular palabras de agradecimiento. Tengo ganas de decirles que no es para tanto, que lo he logrado simplemente por mi deseo egoísta de salvar a los que quiero; que yo prefería huir antes que llevar a cabo el plan. Pero sé que no sería lo correcto.
Cuando acabo de saludar a todos los que me quieren hablar, veo a Tom en su compartimento. Sus familiares están con él y me abrazan, dándome las gracias por haberlo mantenido con vida. Tom está radiante, sin contar que tiene la pierna vendada, en alto; y rodeado de libros, como no puede ser de otra forma. Charlamos y luego me dirijo a ver a Marc.
—En cuanto Marc…— me dice Dani, antes de entrar en su compartimento—. En fin, será mejor que lo veas.
Al entrar el panorama es completamente diferente. Marc está inconsciente, acostado en una gran cama y con sus padres sentados a su lado.
—Miranda, Marc está en coma —me dice su madre, triste—. Los médicos han dicho que puede despertar en cualquier momento o que… puede que tarde un año en despertar.
El peso de sus palabras se cierne en mi alma pero, sin decir nada, me acerco a él y le acaricio el rostro y el cabello. Parece un ángel durmiendo. Observo sus rasgos cincelados y perfectos. Espero que el sueño en el que esté sumido sea algo bueno. Puede que esté inconsciente un año, pero está vivo, que es lo que de verdad importa.
—Marc, no sé si podrás oírme pero estoy aquí. Siempre estaré aquí para ti —digo con voz tierna, mientras le acaricio—. Como tú me has dicho, seré para ti como la luna; que siempre está ahí, aunque no puedas verla. Aunque ahora no puedas verme estaré aquí para ti, siempre. Te esperaré.
Al acabar mis palabras, le doy un beso en los labios.
—Gracias, Miranda —me dice su madre, que rompe a llorar—. Gracias por traérmelo vivo y ser una mujer con mayúsculas para él. No pudo haber encontrado mejor chica que tú.
Niego con la cabeza, con una sonrisa amarga.
—Lo cierto es que yo no he podido encontrar mejor chico que él.
Las celebraciones son de noche. A pesar de que no tengo muchas ganas de asistir, todo el mundo me anima a que lo haga porque en mundo entero está deseando verme. Resulta que soy aún más famosa que Dani y decido hacerles caso porque creo que se lo debo a la gente. Si puedo hacerles feliz con mi presencia, lo haré, por muy absurdo que me parezca, ya que yo me sigo viendo como la chica normal que siempre he sido. Sin embargo, paso horas con Marc y sus padres. Me hago amiga íntima de ellos. Charlamos de muchas cosas, pero el tema de conversación que más nos une es Marc.
Los funerales por los caídos han sido el día anterior, cuando estaba inconsciente. Pero, antes de la celebración, decido ir con Dani a visitar la tumba de Paolo. Se trata de una lápida de Piedra entre cientos de ellas.
—Gracias —pronuncio, depositando un ramo de flores solitario frente a su lápida—. Sin ti no habría podido salir de Daos. Te estaré siempre agradecida. Ahora descansa en paz, habiendo superado tu culpa porque has salvado al mundo entero. Reúnete con tu hija y disfruta de ella como no pudiste en vida.
Dani y yo nos marchamos, silenciosos. Pero, en ese momento, una mujer anciana llega a la tumba de Paolo. Imagino que debe ser su antigua esposa. Nunca lo sabré porque no sería apropiado preguntárselo pero mi corazón me dice que así ese. Sonrío. Ahora ya descansa en paz.
La ciudad entera está sumida en las celebraciones. Por doquier corre la bebida y se sirve la más deliciosa comida; a la vez que se escenifican espectáculos de todo tipo. Acude, gracias a medios mágicos que ha dispuesto la presidenta, gente de todo el planeta; tanto de Lanan como de Hafix. La gente disfruta, ríe, canta y celebra que ha llegado la unión entre dos continentes durante cien años enemistados.
Al caer la noche, me encuentro a punto de salir a un estrado que se encuentra en la plaza principal de la capital de Hafix. La plaza ya está a rebosar de público y los dirigentes de Hafix, Dani y yo debemos salir para que dar parlamentos al pueblo. En cuanto la presidenta me dijo que debía dar un discurso me entraron nuevas ganas de matarla; pero, finalmente, acepté.
 Estoy vestida con una elegante armadura dorada. Me han ofrecido un vestido blanco muy ostentoso pero, a la vez, precioso; sin embargo he optado por la armadura. Siento que va más conmigo en estos instantes. Salimos ante la ovación del público de la plaza y cada uno da su parlamento, acogido por los gritos de júbilo de la gente.
Cuando llega mi turno, todo se sume en un silencio expectante.
—Me he enterado que debía dar un discurso hace apenas media hora y yo no soy de muchas palabras, así que seré breve —comienzo, nerviosa y pensando que no podría empezar peor—. Yo no he ganado sola esta guerra. Si no fuera por la colaboración de todos los que me han acompañado en este duro camino habría sido imposible. Y, lo que realmente ha ganado esta guerra, ha sido el amor. Porque fue el amor por mis seres queridos lo que me ha hecho emprender el camino por Daos para llegar, al final, a matar al presidente Conan y cruzarme por el camino de grandes héroes que, como yo, querían traer la libertad, igualdad y unión para todo el planeta. Debo dar las gracias a todos los que me han acompañado en esta aventura y a todos los que me estáis viendo. Todos hemos puesto nuestro granito de arena para que este final feliz fuese posible. Y, repito, ha triunfado el amor. Por eso os aconsejo a todos a vivir con amor: por vuestros familiares, amigos, pareja… y, otra cosa que he aprendido, a vivir cada día como si fuera el último.
Me quedo callada. Aunque siento que tengo mucho más que decir, no soy capaz de organizar mis pensamientos. Tengo la impresión de que mi discurso deja mucho que desear. Pero, de repente, toda la plaza comienza a arrodillarse ante mí. Todo el mundo me dedica su reverencia y yo observo, emocionada.
Se celebra un banquete en el que me encuentro como ausente. Todavía revivo en mi mente, de vez en cuando, los horrores de la guerra y de Daos… Siento que esta carga me dejará marcada y no se irá nunca. Pero ahora todo está bien y tengo que luchar contra ello y dejarme llevar por la felicidad.
—¿Te has planteado ser presidenta de Lanan cuándo cumplas la mayoría de edad? —Me pregunta la presidenta Laria, en la mesa, ante las miradas expectantes de los comensales.
—Rotundamente, no —respondo.
—Lástima —musita ella, serena—. Las personas que realmente valen como dirigentes no quieren serlo.
—Lo que me lleva a anunciar algo —interviene Dani—. Siguiendo el camino de la guerra he incumplido la promesa que había hecho a mis padres: ser feliz. El camino de la guerra es el menos feliz. Que no nos engañen con falsas historias de gloria, no hay gloria en dar muerte a otra persona —. Lo miro, atónita. ¿Quién es este hombre y qué han hecho con mi hermano? Realmente ha cambiado—. He vivido la gloria de la guerra pero, ahora que todo está en paz, abandono ese camino. Ya he acumulado suficientes riquezas manchadas de sangre por la guerra como para poder retirarme en paz.
Celebro la noticia de mi hermano, y continúo más animada hinchándome a manjares el convite. Pero, de pronto, la madre de Marc viene a buscarme, emocionada.
—Miranda, debes ver algo —me dice.
La sigo hasta el pasillo, intrigada. Quizás me lleve al hospital porque Marc ha hecho algún progreso… Lo que no me esperaba era ver a Marc en el pasillo, en pie, sonriéndome. Aunque esté con muletas y vestido con la ropa del hospital no puedo imaginar una mejor visión. Estallo en lágrimas de felicidad.
—He despertado hace dos horas. Los médicos no querían que saliera del hospital pero quería verte. He hecho lo imposible para venir —me anuncia, con voz débil.
Me abalanzo sobre él, con cuidado y nos besamos. Se me ocurren tantas cosas y a la vez ninguna que decirle, al mismo tiempo; que, al final, lo que logro articular es lo más importante:
—Cásate conmigo.
Marc me mira perplejo y siento que he metido la pata. Me doy cuenta de que he sido demasiado precipitada y me he dejado llevar por la emoción del momento.
—Entiendo que no quieras… —continúo, avergonzada.
—Lo que quiero es hacer las cosas bien —me interrumpe.
Haciendo grandes esfuerzos, se arrodilla. Su madre se saca un anillo de oro reluciente y se lo da.
—Para que las hagas bien de verdad —le susurra, emocionada.
—Miranda, me concederías el gran honor de ser mi esposa.
—Sí, quiero —contesto, casi gritando. Marc me pone el anillo y nos fundimos en un gran abrazo de felicidad.
Estoy en una burbuja de euforia. A pesar de que tenido que pasar por mil tormentos para llegar aquí, lo he conseguido: he salvado a todos mis seres queridos y, además, he ayudado a traer la paz a todo el planeta. Y, ¿quién sabe? Algún día puede que haga caso a la presidenta y sea yo también presidenta. Puede ser una gran forma para dedicarme a algo que ayude a la gente, que es lo que siempre he querido.
Sin embargo, a pesar de que lo han intentado, nadie ha conseguido eliminar Daos y nadie se atreve a entrar en él para intentar destruirlo desde su interior. Quizás Daos deba continuar ahí para recordarnos el horror y destrucción que trae la guerra y el odio entre las personas y las terribles consecuencias que conllevan. Como recordatorio, siempre seguirá alzándose terriblemente, el camino que nadie quiere nombrar.








lunes, 1 de octubre de 2018

"Hacia olivos y almendros"

Os presento un poema que escribí rápidamente hace unos meses.



Azul claro los ríos,
Transparentes aguas.
Verde oliva olivos,
Almendros pardos,
Pardos los cultivos.
Atardeceres en playas
Cálidas tardes de olvido.
La calina de mayo
Se cierne en lo que escribo.
Un diario quemado,
Quebradas sin motivo
Cuartillas marchitas
Tal en otoño los lirios,
Cuando hojas caducas
Se caducan sobre caminos.
El opaco ocaso caló
El cielo cano cautivo.
Las centellas destellan
A un firmamento amigo.
Luciérnagas y estrellas
Vecinas luces al destino.
Tierra de estructuras
Esculpidas entre peligros.
Azules pálidos y oscuros,
Verdes muertos y vivos.
Ciudades colosales crecientes.
Campos latiendo marchitos.
Los acordes conviven
En lenguas sin olvido.
Se mezclan y se crecen.
Valientes claman “ te admiro”.



Capítulo 23 "El camino que nadie nombra"

Se acerca el desenlace de "El camino que nadie nombra". Os dejo uno de los últimos capítulos.

Enlace a la obra completa aquí:

https://espanol.free-ebooks.net/ebook/El-Camino-que-nadie-nombra

23


Diferentes soldados se abalanzan sobre nosotros y nos agarran para tenernos cautivos. Nos hacen entrar en el cuarto donde está Conan. Se trata de una estancia rectangular con paredes de piedra pero escueta en decoración, haciéndose visible que no es una residencia fija. Sin embargo, realmente parece que nos estaban esperando. Ocho asientos están dispuestos frente al sillón del presidente Conan. En medio hay una pequeña mesa de cristal con tazas de té. Nos hacen sentarnos en ellos.
Mi desconcierto no puede ser mayor. ¿Qué pretende Conan? Además, reparo en que nosotros somos seis y, los otros dos, deben ir destinados a Tom y Marc. Deseo con todas mis fuerza que estén a salvo. Si pudiera comunicarme con ellos y decirles que huyan… Porque ya estamos perdidos.
El presidente Conan nos mira sonriendo amablemente; como si todo esto se tratara de una amigable reunión de amigos. Tiene un rostro angelical del que te esperas cualquier cosa menos lo cruel que es en realidad. Su cara invita a que confíes en él y le cuentes todo con confianza. Pues bien, ese truco no funcionará conmigo. Así que miro ese rostro inocente con todo el odio que soy capaz.
Cuando estamos sentados tenemos a varios soldados, hombres y mujeres, apuntándonos con arcos, que imagino estarán cargados con más flechas envenenadas. A Dani lo custodian dos. El presidente Conan se dispone a servirse una taza de té.
—¿Cuánto tiempo me queda? —Pregunta Dani, rompiendo el silencio.
—Quince minutos —responde con fría indiferencia Conan—. Dani, estoy muy decepcionado contigo. Me has fallado—. Dani escupe a los pies de Conan y, como respuesta, recibe un golpe de un soldado que no parece tener efecto en él. Es demasiado fuerte. El presidente Conan continúa bebiendo té como si no hubiera pasado nada—. Resulta que tenía cámaras en el muelle porque esperaba la llegada de esos soldados que tan fácilmente has matado. También tengo cámaras en los alrededores de la fortaleza y he visto quienes estabais esperando entrar… Aunque debo admitir que lo habéis hecho bien, hasta que he visto las grabaciones hace apenas una hora, pensaba que de verdad se trataba de un estúpido ataque de Hafix.
—Eres lamentable —dice el general John, con odio.
Conan lo mira como si acabara de reparar en él. Entonces, le hace una seña al soldado que custodia a John y este agarra su cuello. Se oye un crac cuando el soldado le parte el cuello al general y cae inerte.
Mi corazón da un vuelco pero reprimo cualquier emoción para que, ni siquiera, se refleje en mi rostro. No puedo mostrar debilidad ni darle esa satisfacción al presidente. Sigo mirándolo con furia.
—Sigamos… —continúa Conan como si nada—. No intentéis ningún truco de magia aquí dentro, pues aquí hay un inhibidor de magia que no habéis desactivado. Y, ¿dónde están vuestros otros dos acompañantes?
—Han muerto —miento rápidamente.
Conan repara en mí, con gesto divertido.
—Casi me lo creo —responde—. Pero si no están muertos ya morirán de todas formas. Así que mi más sincero pésame por adelantado—. Mi odio a esa persona aumenta por momentos y, aunque pienso que no hay escapatoria y estamos perdidos, intento pensar una manera de salir de esta; o, por lo menos, matarlo. Si lograra algún momento de distracción…—. En fin, contadme vuestro plan. ¿Qué pretendíais con esta misión sin éxito? ¿Sólo matarme?
—Jamás te diremos nada —responde Dani con firmeza.
—No te saldrás con la tuya —interviene la presidenta Laria.
El presidente Conan resopla. Yo no veo escapatoria a esta situación y solo pienso en morir con la mayor dignidad posible. Sé que ya no estoy en condiciones de salvar a nadie pero los demás también morirán con dignidad, seguro.
—Hablaréis —dice, comenzando a notarse crispado—. Por las buenas o… por las malas.
De pronto, tres personas irrumpen en el cuarto. Son Marc, Tom y Henry, que lleva una cámara a los hombros. El mundo se paraliza por la confusión durante unos instantes menos para mí, que aprovecho el momento y me deshago de mi captor propinándole golpes y dejándolo inconsciente.
Dani me sigue en menos de un segundo y mata a sus dos oponentes. El resto nos imita y comienza una refriega. Comienzo a luchar desarmada contra los soldados de la brigada especial que nos contenían y veo como la presidenta se pone ante la cámara de Henry.
El plan continúa.
El resto rodeamos a la presidenta para protegerla mientras da su parlamento. Hago que Tom y Marc estén protegidos y, más bien, los cubro a ellos más que a la presidenta. Consigo una espada de un soldado inerte y flechas que se las cedo a Tom y Marc para que, al menos, tengan algo con lo que protegerse.
—Ciudadanos de Lanan y Hafix. Soy la presidenta Laria de Hafix. En estos momentos todas las cámaras de todo el planeta están retrasmitiendo las imágenes que estáis viendo —comienza a hablar con voz solemne la presidenta, entre el bramido de la batalla. Sin embargo no evito pensar que debería ir al grano—. Queremos evitar que la guerra siga adelante y que Hafix y Lanan unan sus fuerzas para construir un futuro mejor, unidos. Nuestro odio no se debe, sino, a las mentiras del presidente Conan, que ha hecho creer que Hafix está peor desarrollado que Lanan y que, además, los odiamos…
Un soldado muy preparado me enviste y me abre un corte en la ceja. Me centro en luchar contra él mientras la presidenta continúa, impasible, su discurso. Comienza a hablar de cómo están las cosas en ambos continentes: lo mal que está todo en Lanan y cómo el presidente Conan ha engañado a todo el mundo y lo próspera que es la vida en Hafix. Sus palabras me llegan como un eco entre el ensordecedor ruido de la batalla, mientras lucho contra este feroz soldado al que, finalmente, consigo matar clavándole mi espada en el pescuezo.
Me giro y veo que Dani se encamina a la cámara. Está muy desmejorado y, de repente, me acuerdo de que está bajo los efectos de un veneno. Le queda poco tiempo como no encuentre un antídoto. Y no sé dónde buscar. La desesperación inunda mis venas. Lo estoy perdiendo. Pero no puedo ser egoísta y pretender que dedique sus últimos momentos a mí. El mundo lo necesita y yo ya me he despedido bastantes veces de él. Así que, con lágrimas en los ojos, me dispongo a cubrirle las espaldas para que pueda dar su parlamento.
—Soy Dani, el guerrero que todos conocéis. La presidenta Laria tiene razón en todo lo que ha dicho. Ahora estoy de su lado y no del presidente Conan. No es una traición por mi parte, sino que todo este tiempo ha sido una traición de Conan a su pueblo. Nos ha engañado a todos, incluso a mí, haciéndonos creer mentiras como las que ha desenmascarado la presidenta. Por ello, animo a todos los ciudadanos de Lanan que nos estén viendo a realizar un levantamiento y acabar con este poder opresor. Yo mismo siempre seguí fielmente a Conan hasta que he descubierto la realidad. No nos merecemos la injusticia del actual gobierno de Lanan. Nos merecemos la libertad y felicidad del gobierno de Hafix. ¡Lucharemos!
Con este último grito, Dani desaparece corriendo de las cámaras para desplomarse inerte en el suelo. A pesar de que imagino una multitud gritando enfurecida, abandono mi posición para sentarme junto a él.
—Dani… Dani… Por favor, no estés muerto.
—Miranda —me dice la presidenta.
No le hago caso. En su lugar me centro en Marc, que corre para abrazarme. Me dejo fundir por su abrazo pero me parece el abrazo más incompleto de mi vida porque rápidamente Marc lo deshace. Entonces, Marc cae al suelo con un puñal clavado en su costado.
—¡Marc! —grito con desesperación.
Estoy agachada entre Marc y Dani, ambos conscientes pero moribundos. Comienzo a jadear con una respiración agitada y no sé qué hacer. Quiero salvarlos. Miro a uno, miro a otro… y la impotencia me invade.
—¡Miranda, te necesitamos! —brama la presidenta.
Veo como Tom se acerca y los mira con ojo médico.
—Yo me encargo de ellos, ve Mirs —me dice en tono tranquilizador.
Dani cierra los ojos. Debe estar muerto. Inundada por la pena, hago caso a Tom, ya que no puedo hacer nada más por ellos que llorar mientras fallecen. Me dispongo delante de las cámaras.
—Habitantes de Lanan y Hafix —empiezo intentando que mi voz no suene quebrada y con lágrimas resbalando por mi rostro—. Mi nombre es Miranda, soy la hermana pequeña de Dani. Algunos me conoceréis de verme junto a mi hermano en la televisión en celebraciones de las que me avergüenza haber participado. Yo también creía las mentiras del presidente Conan. Como todos los ciudadanos de Lanan pensaba que merecía que el pueblo fuera pobre, que hubiera censura en lugar de libertad, que dominara la guerra del odio y que los brujos, como yo, fuésemos repudiados—. Hago una pausa poniendo en orden mis pensamientos—. La guerra me ha afectado, a todos vosotros. Creí que iba a perder a todos mis seres más queridos y el dolor era tan grande que no pude soportarlo. Decidí reunirme con ellos para verlos una  última vez y entré en Daos. Sí, en Daos, el camino que nadie quiere nombrar. Todos hemos oído cosas horribles de él y os aseguro que aún es peor. Pero logré salir de allí con vida, aunque no sana y salva.
>>Entré en Hafix y lo que encontré no era lo que Conan afirmaba. Encontré un mundo próspero y feliz que me acogió, cuidó y protegió. Gracias a ellos desenmascaramos a Conan y me han traído aquí para reunirme con mi gente y tratar de revelaros la verdad a todos vosotros —. Bajo la mirada—. Ya conocéis mi historia y os aseguro que acabaremos con esta sabandija que quería enriquecerse y tener poder a costa de todos. Porque el amor vencerá al odio y la unión entre pueblos vencerá al horror de la guerra. Crearemos un mundo en el que estemos juntos y convivamos, como hermanos, brujos y no brujos. ¡Por la libertad! —Grito con furia.
Entonces, a pesar de que tengo mucho más que decir, dejo de hablar. Oigo a alguien que se abalanza sobre mí a mis espaldas. Sin embargo, Dani me ha enseñado un movimiento de lucha que hemos ensayado en muchas ocasiones para matar a quien te ataque por las espaldas. Lo realizo y siento que le clavo a mi atacante la espada en el corazón. Me giro y contemplo asombrada quién era.
He matado al presidente Conan.
Sus inocentes ojos se cierran y se desploma en el suelo cubierto por un reguero de sangre. Ya no tengo palabras. Permanezco mirando el cuerpo inerte sin sentir nada. No puedo creer lo que he hecho. ¿Significa eso que lo hemos conseguido? ¿Estamos por fin a salvo?  De pronto, noto unas manos que me empujan y me apartan de las cámaras. La presidenta me arrebata el lugar y grita ante los ojos de todo el planeta:
—¡El presidente Conan ha muerto!
Pero me da igual. Noto algo parecido a la euforia dentro de mí. Sin embargo, la preocupación vuelve a asomarse en cuanto a veo a Tom con una gran herida en la pierna al lado de los cuerpos inertes de Marc y Dani.
Me dirijo hacia ellos y me agacho a su lado. Marc está inconsciente, con un torniquete que adivino que le ha hecho Tom. Dani tampoco tiene conciencia y está muy sudoroso. Si no han muerto ya estarán a punto de hacerlo. Rompo en un llanto desconsolado porque mis peores pesadillas se han hecho realidad. Pedro… pienso.
Pedro sigue luchando, es de los pocos que continúan la batalla. Solo quedan en pie él junto a tres soldados; sin contar a la presidenta y a Henry, que siguen conectándose con todo el planeta. Entonces, Tom también se desploma, envuelto en el color escarlata de la sangre de su pierna.
—¡Tom! —grito con rabia e impotencia.
Estoy más asustada y desesperada que nunca. Puede que hayamos conseguido lo que parecía imposible, pero ha salido muy caro. Entonces, unas llamas aparecen al fondo de la estancia. Se extinguen rápidamente en la fría piedra. Me pregunto de dónde habrán salido. La única explicación que se me ocurre es que se deba a mis poderes. Siempre ocurre cuando no controlo mis sentimientos están descontrolados, y nunca han estado más desbocados que ahora. Pero, para ello, debía haberse desactivado el inhibidor de magia…
Una decena de soldados con diferente uniforme entra por la puerta. “Ya está, es el fin”, pienso. Pero en lugar de atacarnos, matan a los soldados de la Brigada Especial y yo no entiendo nada. La presidenta se acerca a mí y me pone la mano en el hombro.
—Estamos a salvo, Miranda. Estos soldados son de Hafix—. No respondo, sino que la miro, incrédula—. Tenían la orden de entrar en el campamento cuando Conan muriera. Como son brujos se han teletransportado hasta aquí parte de ellos. Si hubiesen venido antes, Conan olería el peligro y se escaparía.
--¿Lo tenías todo planificado desde el principio y no nos has dicho nada? —Consigo decir, peligrosamente. Ella asiente, serena—. ¿Has dejado morir a mi hermano, a Tom y a Marc por tu estúpido plan?
Cuando estoy a punto de clavar mi espada en el pecho de la presidenta, noto un gran golpe en mi cabeza y caigo inconsciente.