Claroscuro el secreto a voces.
La paciente espera desesperada.
Y la dulce locura se impone
Ante la cruel cordura vaga.
Jaula de barrotes de cristal.
Quisiera romperlos.
Está el miedo de herirme más
Con los restos.
Tengo envidia de mi nombre
Cuando brota de tus labios.
De mi ropa cuando la rozas,
De mi pupila oscura
Cuando en la tuya se posa.
Afortunada por surcar mares
De iris de numerosos colores
Afortunada cabalgando sobre
cabellos de
hebras dispares.
Afortunada por la isla dorada.
Templo y bastión de tu alma
Que las caritativas cariátides
Para mi mano sujetaban.
Solo un infinito de versos
Imaginaría por siempre
Para hacer justicia al beso
Que me robaste en septiembre.
Te abro puertas
Si llamas pausado
Y me despiertas.
Olvida el candado.
Del corazón vedado
Para quien
Solo la piel
Está buscando.
Y al ver que no veo y mi iris mira ciego,
Nunca y en ningún lugar. En círculos y paralelo.
Perdiendo y encontrando fijo el juicio.
Donde sea, cuando sea. Te elijo.
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