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23
Diferentes soldados se abalanzan
sobre nosotros y nos agarran para tenernos cautivos. Nos hacen entrar en el
cuarto donde está Conan. Se trata de una estancia rectangular con paredes de
piedra pero escueta en decoración, haciéndose visible que no es una residencia
fija. Sin embargo, realmente parece que nos estaban esperando. Ocho asientos
están dispuestos frente al sillón del presidente Conan. En medio hay una
pequeña mesa de cristal con tazas de té. Nos hacen sentarnos en ellos.
Mi desconcierto no puede ser mayor.
¿Qué pretende Conan? Además, reparo en que nosotros somos seis y, los otros
dos, deben ir destinados a Tom y Marc. Deseo con todas mis fuerza que estén a
salvo. Si pudiera comunicarme con ellos y decirles que huyan… Porque ya estamos
perdidos.
El presidente Conan nos mira
sonriendo amablemente; como si todo esto se tratara de una amigable reunión de
amigos. Tiene un rostro angelical del que te esperas cualquier cosa menos lo
cruel que es en realidad. Su cara invita a que confíes en él y le cuentes todo
con confianza. Pues bien, ese truco no funcionará conmigo. Así que miro ese
rostro inocente con todo el odio que soy capaz.
Cuando estamos sentados tenemos a
varios soldados, hombres y mujeres, apuntándonos con arcos, que imagino estarán
cargados con más flechas envenenadas. A Dani lo custodian dos. El presidente
Conan se dispone a servirse una taza de té.
—¿Cuánto tiempo me queda? —Pregunta
Dani, rompiendo el silencio.
—Quince minutos —responde con fría
indiferencia Conan—. Dani, estoy muy decepcionado contigo. Me has fallado—.
Dani escupe a los pies de Conan y, como respuesta, recibe un golpe de un
soldado que no parece tener efecto en él. Es demasiado fuerte. El presidente
Conan continúa bebiendo té como si no hubiera pasado nada—. Resulta que tenía
cámaras en el muelle porque esperaba la llegada de esos soldados que tan
fácilmente has matado. También tengo cámaras en los alrededores de la fortaleza
y he visto quienes estabais esperando entrar… Aunque debo admitir que lo habéis
hecho bien, hasta que he visto las grabaciones hace apenas una hora, pensaba
que de verdad se trataba de un estúpido ataque de Hafix.
—Eres lamentable —dice el general
John, con odio.
Conan lo mira como si acabara de
reparar en él. Entonces, le hace una seña al soldado que custodia a John y este
agarra su cuello. Se oye un crac cuando el soldado le parte el cuello al
general y cae inerte.
Mi corazón da un vuelco pero reprimo
cualquier emoción para que, ni siquiera, se refleje en mi rostro. No puedo
mostrar debilidad ni darle esa satisfacción al presidente. Sigo mirándolo con
furia.
—Sigamos… —continúa Conan como si
nada—. No intentéis ningún truco de magia aquí dentro, pues aquí hay un
inhibidor de magia que no habéis desactivado. Y, ¿dónde están vuestros otros
dos acompañantes?
—Han muerto —miento rápidamente.
Conan repara en mí, con gesto
divertido.
—Casi me lo creo —responde—. Pero si
no están muertos ya morirán de todas formas. Así que mi más sincero pésame por
adelantado—. Mi odio a esa persona aumenta por momentos y, aunque pienso que no
hay escapatoria y estamos perdidos, intento pensar una manera de salir de esta;
o, por lo menos, matarlo. Si lograra algún momento de distracción…—. En fin,
contadme vuestro plan. ¿Qué pretendíais con esta misión sin éxito? ¿Sólo
matarme?
—Jamás te diremos nada —responde Dani
con firmeza.
—No te saldrás con la tuya
—interviene la presidenta Laria.
El presidente Conan resopla. Yo no
veo escapatoria a esta situación y solo pienso en morir con la mayor dignidad
posible. Sé que ya no estoy en condiciones de salvar a nadie pero los demás
también morirán con dignidad, seguro.
—Hablaréis —dice, comenzando a
notarse crispado—. Por las buenas o… por las malas.
De pronto, tres personas irrumpen en
el cuarto. Son Marc, Tom y Henry, que lleva una cámara a los hombros. El mundo
se paraliza por la confusión durante unos instantes menos para mí, que
aprovecho el momento y me deshago de mi captor propinándole golpes y dejándolo
inconsciente.
Dani me sigue en menos de un segundo
y mata a sus dos oponentes. El resto nos imita y comienza una refriega.
Comienzo a luchar desarmada contra los soldados de la brigada especial que nos
contenían y veo como la presidenta se pone ante la cámara de Henry.
El plan continúa.
El resto rodeamos a la presidenta
para protegerla mientras da su parlamento. Hago que Tom y Marc estén protegidos
y, más bien, los cubro a ellos más que a la presidenta. Consigo una espada de
un soldado inerte y flechas que se las cedo a Tom y Marc para que, al menos,
tengan algo con lo que protegerse.
—Ciudadanos de Lanan y Hafix. Soy la
presidenta Laria de Hafix. En estos momentos todas las cámaras de todo el
planeta están retrasmitiendo las imágenes que estáis viendo —comienza a hablar
con voz solemne la presidenta, entre el bramido de la batalla. Sin embargo no
evito pensar que debería ir al grano—. Queremos evitar que la guerra siga
adelante y que Hafix y Lanan unan sus fuerzas para construir un futuro mejor,
unidos. Nuestro odio no se debe, sino, a las mentiras del presidente Conan, que
ha hecho creer que Hafix está peor desarrollado que Lanan y que, además, los
odiamos…
Un soldado muy preparado me enviste y
me abre un corte en la ceja. Me centro en luchar contra él mientras la
presidenta continúa, impasible, su discurso. Comienza a hablar de cómo están
las cosas en ambos continentes: lo mal que está todo en Lanan y cómo el
presidente Conan ha engañado a todo el mundo y lo próspera que es la vida en
Hafix. Sus palabras me llegan como un eco entre el ensordecedor ruido de la
batalla, mientras lucho contra este feroz soldado al que, finalmente, consigo
matar clavándole mi espada en el pescuezo.
Me giro y veo que Dani se encamina a
la cámara. Está muy desmejorado y, de repente, me acuerdo de que está bajo los
efectos de un veneno. Le queda poco tiempo como no encuentre un antídoto. Y no
sé dónde buscar. La desesperación inunda mis venas. Lo estoy perdiendo. Pero no
puedo ser egoísta y pretender que dedique sus últimos momentos a mí. El mundo
lo necesita y yo ya me he despedido bastantes veces de él. Así que, con
lágrimas en los ojos, me dispongo a cubrirle las espaldas para que pueda dar su
parlamento.
—Soy Dani, el guerrero que todos
conocéis. La presidenta Laria tiene razón en todo lo que ha dicho. Ahora estoy
de su lado y no del presidente Conan. No es una traición por mi parte, sino que
todo este tiempo ha sido una traición de Conan a su pueblo. Nos ha engañado a
todos, incluso a mí, haciéndonos creer mentiras como las que ha desenmascarado
la presidenta. Por ello, animo a todos los ciudadanos de Lanan que nos estén
viendo a realizar un levantamiento y acabar con este poder opresor. Yo mismo
siempre seguí fielmente a Conan hasta que he descubierto la realidad. No nos
merecemos la injusticia del actual gobierno de Lanan. Nos merecemos la libertad
y felicidad del gobierno de Hafix. ¡Lucharemos!
Con este último grito, Dani
desaparece corriendo de las cámaras para desplomarse inerte en el suelo. A
pesar de que imagino una multitud gritando enfurecida, abandono mi posición
para sentarme junto a él.
—Dani… Dani… Por favor, no estés
muerto.
—Miranda —me dice la presidenta.
No le hago caso. En su lugar me
centro en Marc, que corre para abrazarme. Me dejo fundir por su abrazo pero me
parece el abrazo más incompleto de mi vida porque rápidamente Marc lo deshace.
Entonces, Marc cae al suelo con un puñal clavado en su costado.
—¡Marc! —grito con desesperación.
Estoy agachada entre Marc y Dani,
ambos conscientes pero moribundos. Comienzo a jadear con una respiración
agitada y no sé qué hacer. Quiero salvarlos. Miro a uno, miro a otro… y la
impotencia me invade.
—¡Miranda, te necesitamos! —brama la
presidenta.
Veo como Tom se acerca y los mira con
ojo médico.
—Yo me encargo de ellos, ve Mirs —me
dice en tono tranquilizador.
Dani cierra los ojos. Debe estar
muerto. Inundada por la pena, hago caso a Tom, ya que no puedo hacer nada más
por ellos que llorar mientras fallecen. Me dispongo delante de las cámaras.
—Habitantes de Lanan y Hafix —empiezo
intentando que mi voz no suene quebrada y con lágrimas resbalando por mi
rostro—. Mi nombre es Miranda, soy la hermana pequeña de Dani. Algunos me
conoceréis de verme junto a mi hermano en la televisión en celebraciones de las
que me avergüenza haber participado. Yo también creía las mentiras del
presidente Conan. Como todos los ciudadanos de Lanan pensaba que merecía que el
pueblo fuera pobre, que hubiera censura en lugar de libertad, que dominara la
guerra del odio y que los brujos, como yo, fuésemos repudiados—. Hago una pausa
poniendo en orden mis pensamientos—. La guerra me ha afectado, a todos
vosotros. Creí que iba a perder a todos mis seres más queridos y el dolor era
tan grande que no pude soportarlo. Decidí reunirme con ellos para verlos
una última vez y entré en Daos. Sí, en
Daos, el camino que nadie quiere nombrar. Todos hemos oído cosas horribles de
él y os aseguro que aún es peor. Pero logré salir de allí con vida, aunque no
sana y salva.
>>Entré en Hafix y lo que
encontré no era lo que Conan afirmaba. Encontré un mundo próspero y feliz que
me acogió, cuidó y protegió. Gracias a ellos desenmascaramos a Conan y me han
traído aquí para reunirme con mi gente y tratar de revelaros la verdad a todos
vosotros —. Bajo la mirada—. Ya conocéis mi historia y os aseguro que
acabaremos con esta sabandija que quería enriquecerse y tener poder a costa de
todos. Porque el amor vencerá al odio y la unión entre pueblos vencerá al
horror de la guerra. Crearemos un mundo en el que estemos juntos y convivamos,
como hermanos, brujos y no brujos. ¡Por la libertad! —Grito con furia.
Entonces, a pesar de que tengo mucho
más que decir, dejo de hablar. Oigo a alguien que se abalanza sobre mí a mis
espaldas. Sin embargo, Dani me ha enseñado un movimiento de lucha que hemos
ensayado en muchas ocasiones para matar a quien te ataque por las espaldas. Lo
realizo y siento que le clavo a mi atacante la espada en el corazón. Me giro y
contemplo asombrada quién era.
He matado al presidente Conan.
Sus inocentes ojos se cierran y se
desploma en el suelo cubierto por un reguero de sangre. Ya no tengo palabras.
Permanezco mirando el cuerpo inerte sin sentir nada. No puedo creer lo que he
hecho. ¿Significa eso que lo hemos conseguido? ¿Estamos por fin a salvo? De pronto, noto unas manos que me empujan y
me apartan de las cámaras. La presidenta me arrebata el lugar y grita ante los
ojos de todo el planeta:
—¡El presidente Conan ha muerto!
Pero me da igual. Noto algo parecido
a la euforia dentro de mí. Sin embargo, la preocupación vuelve a asomarse en
cuanto a veo a Tom con una gran herida en la pierna al lado de los cuerpos
inertes de Marc y Dani.
Me dirijo hacia ellos y me agacho a
su lado. Marc está inconsciente, con un torniquete que adivino que le ha hecho
Tom. Dani tampoco tiene conciencia y está muy sudoroso. Si no han muerto ya
estarán a punto de hacerlo. Rompo en un llanto desconsolado porque mis peores
pesadillas se han hecho realidad. Pedro… pienso.
Pedro sigue luchando, es de los pocos
que continúan la batalla. Solo quedan en pie él junto a tres soldados; sin
contar a la presidenta y a Henry, que siguen conectándose con todo el planeta.
Entonces, Tom también se desploma, envuelto en el color escarlata de la sangre
de su pierna.
—¡Tom! —grito con rabia e impotencia.
Estoy más asustada y desesperada que
nunca. Puede que hayamos conseguido lo que parecía imposible, pero ha salido
muy caro. Entonces, unas llamas aparecen al fondo de la estancia. Se extinguen
rápidamente en la fría piedra. Me pregunto de dónde habrán salido. La única
explicación que se me ocurre es que se deba a mis poderes. Siempre ocurre
cuando no controlo mis sentimientos están descontrolados, y nunca han estado
más desbocados que ahora. Pero, para ello, debía haberse desactivado el
inhibidor de magia…
Una decena de soldados con diferente
uniforme entra por la puerta. “Ya está, es el fin”, pienso. Pero en lugar de
atacarnos, matan a los soldados de la Brigada Especial y yo no entiendo nada.
La presidenta se acerca a mí y me pone la mano en el hombro.
—Estamos a salvo, Miranda. Estos
soldados son de Hafix—. No respondo, sino que la miro, incrédula—. Tenían la
orden de entrar en el campamento cuando Conan muriera. Como son brujos se han
teletransportado hasta aquí parte de ellos. Si hubiesen venido antes, Conan
olería el peligro y se escaparía.
--¿Lo tenías todo planificado desde
el principio y no nos has dicho nada? —Consigo decir, peligrosamente. Ella
asiente, serena—. ¿Has dejado morir a mi hermano, a Tom y a Marc por tu
estúpido plan?
Cuando estoy a punto de clavar mi
espada en el pecho de la presidenta, noto un gran golpe en mi cabeza y caigo
inconsciente.
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