lunes, 8 de septiembre de 2014

El cambio

Llega septiembre y con este nuevo mes el fin del verano pero el comienzo de nuevos propósitos: dejar de fumar, apuntarse a un gimnasio, ser más productivo en el trabajo etc.

Vivimos nuestra vida pensando siempre en cambiar. Siempre queremos ser mejores y nunca somos lo suficientemente buenos. El cambio es bueno y productivo. Pero antes de agobiarnos por modificarnos deberíamos pensar en lo que somos y en lo que NO queremos cambiar ni tocar. Ya que, en el pasado también quisimos cambiar y seguramente ya hemos cumplido muchos de nuestros antiguos objetivos.
Pasado, presente y futuro son tres palabras con las que hemos de ser cuidadosos. No debemos mirar al pasado con envidia o vergüenza de lo que ha sido, ni refugiándonos en él ni odiándolo. El pasado ha de ser visto como una bella historia de la que hemos sido protagonistas, de la que se pueden extraer lecciones y recuerdos para no repetir errores y darnos cuenta de todo lo que hemos logrado.

El presente es lo más breve y eterno al mismo tiempo; breve pues en un segundo ya es pasado y eterno porque estamos siempre en él. El presente es el resultado del pasado y el trampolín hacia el futuro. Hay que afrontarlo para que lo que hayamos logrado en el pasado no haya sido en vano y para lograr un mejor futuro; siempre disfrutando de él y cuidándonos. Y, sobre todo, con la filosofía del Carpe Diem: aprovecha el momento.

El futuro es un camino hacia el que debemos caminar sin temor. Ahí es donde proyectamos nuestros deseos de cambio, pero hay que tener en cuenta que Roma no se construyó en un día y los cambios han de lograrse poco a poco, paso a paso; pues paso a paso se caminan kilómetros. No hay que temerlo pero tampoco hay que ansiarlo. Todo llegará a su tiempo y mientras se debe disfrutar de lo que tenemos en el momento, del presente. Lo ilustraré con la siguiente historia:

El pequeño nuevo ser vivo era un gusano. El gusano miraba a sus compañeros y se disgustaba de lo que eran. Al fin y al cabo, sólo eran pequeños insectos feos que sólo podían reptar por el suelo. Pero con el tiempo vio como sus compañeros se convertían en crisálidas y, luego, en mariposas. El pequeño gusano comenzó a soñar entonces con el momento en el que se convertiría en una hermosa mariposa. De hecho, solamente pensaba en cambiar cuanto antes y no prestaba atención a su vida como gusano.

Tras largo tiempo deprimiéndose por ver tantas bellas mariposas y él ser un simple gusano, llegó el día en el que se convirtió en una crisálida. Se puso contento pues ya quedaba menos para lograr ser una mariposa. Pero aún en la crisálida tan solo podía pensar en la ocasión en el que se convirtiera en mariposa y maldecía en sus adentros por ser todavía una inútil crisálida.

Y, por fin, se convirtió en una bella mariposa. Lo que nuestro protagonista no sabía es que las mariposas sólo tienen un día de vida. Ese día alardeaba de su belleza volando por todo el bosque y, cuando estuvo a punto de morir, se percató de que no había aprovechado ni disfrutado su vida pensando todo el rato en aquel momento.


Y, para acabar, una buena señal de que hemos cambiado es cuando no nos acordábamos de cómo éramos antes.

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