Ave que ve, desde lo lejos, a su amazona mientras sobrevuela
martes, 28 de septiembre de 2021
AVE QUE VUELA
AMAR A LA MÚSICA
La música, tocando, se siente melancólica.
LA CASCADA
Poema en castellano que he escrito originalmente en gallego hace unos años:
Cascada, que se alza en su santuario virgen.
De la furia perdieron el color las aguas,
tan pálidas, tan albinas, tan blancas.
El helado sol las acaricia en su origen
y el verde, en las orillas, se expande cual sonata.
El torrente de la vida fuente
se abre camino en libertad.
Impetuoso, fiero, con peligrosidad.
Con el tiempo en el azúl océano muere.
Mas se reúne con sus vecinos antes.
Naturaleza, ¿por qué estás pálida?
Blanco el cielo, blanca la espuma,
blancos los rayos del sol y de la luna.
Puede que sienta la tristeza de las ánimas
cuando la artifical tormenta las asusta.
Nace y muere en el mar de los libros.
¡Ay, poesía, torrente de las letras!
Surges, cual chispa, en el alma de los poetas.
Nace y queda en el papel, en el pergamino.
¡Ay, literatura, torrente de las palabras!
SONETO A LA LUNA
Agonizó el día, llegó la luna.
Lucero que suspira por los sueñosen la esencia de las noches de otoño.
Lucero de la noche, noche que hace suya.
Luna llena en la noche más oscura.
No hay faro más luminoso.
Luna nueva, luna azul. Luna a lomo
del caballo de las tinieblas puras.
En el océano rayos de plata,
El búho comienza su canto,
un clavel, en la sombra, agacha.
¡Ay! Luna brillante, luna blanca.
¿Cuál es tu secreto sagrado
que en tu ausencia del día guardas?
PRIMER CAPÍTULO NUEVO PROYECTO "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS"
1
2016
Un
café extraordinario, una vista preciosa… Helena García se estaba preparando
para una visita del equipo de una prestigiosa revista a su mansión de Malibú.
Era una manera de seguir impulsando su carrera y fama tras unos meses en los
que estuvo desaparecida. No parecía exactamente un trabajo. Lo era. Era modelo.
Más que eso. Top model a nivel mundial. Parecía hasta inusual. Era absurdo. La
gente se interesaba por todo lo qué comía, por el ejercicio que hacía, por cómo
vestía… Tenía siempre respuestas para ellos. Pero ningún secreto en especial.
Había sido tocada por una varita mágica hacía exactamente diez años. Como le
recordó la llamada. Como no le podía contar a nadie.
Se
revolvió en su silla de ambiente mediterráneo en la terraza de su casa que le
dejaba ver una pequeña cala del océano pacífico. Sí, sin duda tenía vistas
maravillosas. El día era cálido y agradable. Le apetecía dar unos largos en su
piscina pero el asunto de la entrevista en su casa la mantuvo ocupada,
intentado apartar los pensamientos negativos de su cabeza. Había ordenado a Graciela,
su asistenta, que mantuviera presentable la casa.
Recordó
la primera llamada, hacía cuatro meses.
Salía
de una entrevista en un conocido programa de televisión estadounidense. Lo que
en principio había parecido una pregunta inocente se había convertido en
condena.
--Hay
tanta debilidad en la risa como valentía en el llanto. Alguien que brilla por
sí mismo es más grande que quien brilla a causa de los demás –dijo con la mejor
de sus perfectas sonrisas a una pregunta que no sabía muy bien como contestar.
El
público aplaudía. El presentador la miró de arriba abajo, para luego preguntar:
--Fantástica,
Helena. Cuéntanos, ¿cuál crees que es el secreto de la belleza?
--La
belleza es actitud.
Había
otra pregunta que había contestado en su anterior entrevista. La que en su
interior dudaba cómo contestar. ¿Cómo te ves en diez años? Hacía diez años que
le habían hecho aquella pregunta. En un contexto muy diferente. Helena
contestó: si te lo dijera tendría que matarte.
Era
literal.
También
recordó la última pregunta de aquella tonta entrevista:
--Dime
una mentira.
--He
hecho un pacto con el diablo para estar donde estoy.
Tras
las risas del público ella sucumbió también a la risa. Una risa histérica ya
que no era del todo una mentira.
La
segunda llamada llegó al acabar la entrevista. Su asistente le pasó con el
número desconocido del que sospechaba sería algún publicista ya que tenía
pendientes campañas de marketing de belleza. Antes de poder pronunciar un
saludo, escucho la voz de un hombre distorsionada:
--No
se cambia de opinión en pleno ascenso.
Diez años.
El
interlocutor no colgaba. Helena, empezando a temblar, contestó con aplomo
improvisado:
--
No sé con quien ha estado hablando. Ni qué ha leído. Si se trata de mi
representante y ha compinchado una entrevista privada conmigo lo despediré.
Colgó
lo más serena que sus fuerzas le ofrecían.
Inmediatamente,
tiró de la agenda de su móvil y mandó el mismo mensaje a cuatro personas:
--¡¡Está
pasando!! Ya he cumplido diez años desde mi promesa. No contestéis. Solo tened
cuidado.
Xosé,
Coco, Renata, Stella. Les iba genial en sus respectivas carreras. Los cinco de
aquel grupo de Barcelona se habían distanciado pero todos eran famosos. Su
hermano, un reputado fotógrafo. Una actriz, una editora jefa de una prestigiosa
revista francesa y una influencer.
Hicieron
un pacto y cumplieron sus sueños. Era hora de pagar el precio.
Helena
trató de contactar con el número desconocido sin respuesta. Tras un mes dándole
vueltas en su cabeza, le restó importancia al asunto pero contrató
guardaespaldas y se encerró con ansiedad en su mansión de Malibú.
A
pesar de su miedo.
Era
incumplir su promesa. Pero no tenía opción. Ellos eran tan solo un cuento de
hadas de su pasado. Se acordó de “Cuento de Navidad” de Charles Dickens. Quizás
era un fantasma de su pasado, nada más.
Hasta
la segunda llamada. Una voz distorsionada pronunció palabras en otra lengua.
--¿Disculpe?
–le preguntó a la voz distorsionada--. ¿Con quién hablo? ¡No pienso ceder a
ningún chantaje! Le denunciaré, ¿me oye? Soy una de las modelos mejor pagadas
del mundo. La policía irá a por usted.
No
hubo respuesta. Temblando, ojeó su redor rozando la paranoia hasta que, tras
unos segundos, su interlocutor dijo con voz que rezumaba hostilidad:
--Paga.
Removió
un mechón de su larga melena rubia acompasando su respiración con un suspiro
que rezumaba nostalgia mientras hacía memoria. Cuatro meses después de la
última llamada, se había relajado. Suspiró en la silla de su terraza y repasó
todas sus rutinas durante las últimas semanas y quiso preparar mentalmente las respuestas al equipo de la
revista, que llegaría en dos horas.
El
miedo seguía impregnado en su ser. Tuvo un deseo infantil de su llamar a su
madre. De pequeña, era la única que sabía como apaciguarla, tranquilizarla.
Quiso hacer una llamada a su hermano, quien era lo más parecido una madre que
teína en aquel momento. No obstante, su hermano estaba metido en lo que ella
sospechaba y no quería que peligrase.
Sacudió
la cabeza para intentar liberarse de sus pensamientos y se dispuso a
arreglarse.
Antes
de lo esperado, sonó el telefonillo. Fue corriendo, ya preparada y despegó con
brusquedad el auricular.
--Señora,
dicen que ya están listos. Cambios de última hora –le apremió la voz de
Graciela.
La
entrevista llegaba antes de tiempo.
--Sí
–se limitó a responder.
Sí.
Que mejor manera de hablar por última vez en tu vida. Una palabra positiva. Lo
que con todas sus clases de meditación había conseguido. Vestida con un cómodo
mono blanco en su enorme y preciosa casa de Malibú, Helena abrió la puerta con
una gran sonrisa de dentadura perfecta. Perfecta, como ella.
Se
colocó el pelo y esbozó la mejor de sus sonrisas para recibir a sus invitados.
No
recordaría nunca nada segundos antes, más que las palabras: “pagas o mueres”,
del disparo en la frente, que la mató al instante.
RELATO E-444
Recuerdo este relato que he escrito hace años:
APRENDER A AMAR
Aquí va otro antiguo poema que he escrito hace unos años:
El mundo que querrías ver.
La pasión por el amor
Es abismo sin salvación.
Hay un puente mismo
Al extremo palabra no dicha.
Quien poseía no amaba.
De besos perdidos.
Revíveme de caricias
De deseos y festejos
Es aprender a vivir.
AFORISMOS
Comparto una serie de aforismos que compuse como tarea para el club literario "Olladas":
"CARA ILUMINADA DE LA LUNA" Y "CARA OCULTA DE LA LUNA"
Aquí van dos poemas que hace tiempo que he escrito:
PRÓLOGO NUEVO PROYECTO: "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS" (2ª parte)
--¿Cuál
es ese misterioso trato? ¿No irás a inmiscuirnos en ningún delito, no?
--A
ver, parad. Os voy a mostrar a la gente que hará vuestros sueños realidad.
Igual que a mí. Van de feria en feria pero no son ningún timo. Funcionan.
--Es
un truco barato. Te hacen creer que va a funcionar. Como un efecto placebo –se
quejaba Renata.
--Y,
sin embargo, los placebos funcionan. ¿Lo haréis conmigo?
--¿Encontraremos
lo que queremos? –Preguntó Coco.
--Puede
que algo mucho mejor.
Helena
les guiñó un ojo.
El
camino era agotador y frustrante. Renata se sintió perezosa pero sintió que
debía avanzar ya que sus ebrios amigos acudían con ella, algunos reticentes y
otras entusiastas, hasta en tacones imposibles.
Llegaron
al punto de la feria en el que ya había demasiada gente y los cinco tuvieron
que agarrarse de la mano en una cadena humana, corriendo de un lado a otro para
desembocar en un lugar menos transitado de la fiesta donde reinaba una gran
capa dorada. Helena se paró, alta e imponente. Al contrario que Stella, que
estaba deseando quitarse sus tacones que la tenían encorvada, por el ya
tangible dolor de pies.
Coco
se permitió una mirada hacia la Barcelona engalanada de fiesta. La feria
rezumaba a muchedumbre mientras atravesaban el bullicioso mercadillo que la
colindaba. En sus particulares puestos se podían encontrar todo tipo de comidas
venidas de diferentes lugares del mundo. Se notaba que estaba situada en
lugares donde frecuentaban los estudiantes internacionales.
Llegaron
hasta una zona más despejada de gente. Ante ellos se alzaba una tienda de
acampada de colores escarlata, dorado y plateado. En la puerta, un cartel
ponía: “PROMETEDORA DE SUEÑOS”
--Repetid,
“pase lo que pase firmaré con mi puño y carne” –dijo Helena, más impactada y
respirando agitadamente al introducirse en la entrada de la tienda.
--No
lo veo normal…
--Repetid.
Ante
las recriminaciones de Helena, no había nada qué hacer. Su confianza y amistad
hacían que tuvieran que seguirla hasta el otro lado del mundo caminando
ataviados y ellas, con tacones (menos Renata, que iba de plano) si hacía falta.
Cada
uno repitió sin saber porque decían esas cosas.
Stella
contemplaba el discurrir de sombras que se dirigían a un peligro inesperado.
Evitando pensar lo que le esperaba al otro lado de la puerta de tela, se
concentró en mantener el equilibrio mientras la precedía Helena, con sus firmes
y estilizados andares de modelo.
En
cuanto entraron en la tienda, empezó a sonar una canción que hablaba de almas
desesperadas y desgraciadas. A todos les sonaba de algo. Aquello, mezclado un
olor dulzón, como incienso, les puso a todos los pelos de punta.
--Esto
es escalofriante.
--Y
raro.
--Por
no decir tenebroso.
--O
peligroso.
--Vamos
chicos, ¿No os han dicho nunca que las apariencias engañan? Por cierto,
tendréis que pagar doscientos euros por el servicio --. Helena añadió el último
dato como quien no quiere la cosa. Antes de que nadie replicase, dijo--: no os
preocupéis, pagaré yo. Invito hasta que veáis que funciona.
Uno
a uno, fueron entrando. Xosé fue el último en querer entrar. Xosé pasó tras
ellas y caminó hacia el primer hueco libre, tratando de pasar desapercibido.
Quiso aparentar tranquilidad. Lo que le erizó los vellos fue notar como los
ojos de la anciana lo perforaban como dagas y comprobó una macabra sonrisa
reptando en su cara. De pronto, supo que su hermana no mentía y tenía razón. La
certeza lo golpeó como una bofetada. Quiso demostrar que no pasaba miedo. Como
cada vez que veía una película de terror. Así que, rezagado, se adentró en la
tienda.
--Buenas
noches, jóvenes. Supongo que acudís a mí para hacer realidad vuestros sueños.
La
anciana que les hablaba tenía una cara ancha, colorada de ojos pequeños e
inquisidores que contrastaban con su ancho cuello de sapo que está a punto de
zamparse unas jugosas moscas. El suyo era un aire entusiasta, de quien ha
estado hastiada y aburrida un buen rato, sin nada mejor que hacer que mirar
para las miles de luces y de reflejos de la tienda de feria.
Stella
estaba cada vez más nerviosa. Lo que en un principio parecía una broma de
borrachera se estaba yendo de madre. Carne, sangre… chorradas de hechiceras.
Pero… ¡Doscientos euros! ¿Quién se creía aquella anciana? ¿El Dalai Lama? Ese
no era el de los milagros. Pero dudaba que cualquier tipo de santo esperase en
una feria en una tienda que daba tan mal rollo que parecía que iban a invocar
al mismísimo Satán.
La
muy condenada parecía de un humor excelente. Claro, serían sus primeros
clientes en años. ¿Quién más iba a darle doscientos euros y muestras para saber
qué rituales de santería? ¡Y aún encima eran cinco los idiotas que habían
accedido!
Ante
la indecisión de sus amigos, Helena se adelantó. Sus pasos resonaban, caminando
con fuerza y decisión. Incluso en los peores tacones, transmitía una seguridad
que, en lugar de eclipsar al resto, contagiaba con su aura.
--Te
reconozco. Ya te hemos ayudado –pronunció la anciana con voz gutural, reparando
en Helena.
--Quisiera
ayuda para mis amigos, ahora. Pagaré yo el dinero.
La
anciana asintió y agarró una pequeña aguja y un estampado de tinta con papel.
--Me
harán falta sus muestras –aclaró.
--Hacedlo,
venga –los instó Helena, adoptando seriedad.
Uno
a uno, aguantaron un pinchazo en el dedo anular y estamparon su dedo índice sin
saber muy bien lo que hacían ni porqué lo hacían. Estaban en estado de shock y
se dejaban llevar por la situación.
--Ahora,
firmad.
Uno
a uno. fueron firmando unos contratos que no se molestaron en leer. Helena pagó
todo el dinero.
--¿Para
qué quiere nuestra sangre? –Se atrevió a preguntar Coco, cuando le llegó el
turno de firmar.
--Es
una cuestión de brujería. ¿No queréis que vuestros sueños se hagan realidad?
--Es
una chorrada. Hacedlo y aún llegaremos a la fiesta –dijo Helena.
La
anciana rezumaba un aire de peligro e invitaba a escapar de su habitáculo con
olor a incienso.
--Helena
no estaba drogada, esto existe de verdad… --balbuceó Renata.
--Si
pagáis un precio, podré cumplir vuestros más ansiados sueños, siempre y cuando
tengáis talento. Decidme a qué os dedicáis y vuestro currículum.
--Oh,
vamos, no voy a contarle mi vida a una vieja chiflada –terció Stella, hastiada.
--Calla,
Stella. Disculpe usted, es que mi amiga no cree en estas cosas –se disculpó
Helena.
La
anciana se limitó a sonreír.
--Haré
como que me he quedado sorda durante unos segundos.
--Stella,
colabora.
--
Vale, está bien. ¿Vas a decirme que fue así como conseguiste tus contratos como
modelo?
--Todo
empezó así.
--Supersticiosa.
--Todo
lo contrario. Más que realista.
--Entonces,
¿usted podría convertirme en actriz? –Preguntó Coco, con sus grandes ojos
grises reluciendo de ilusión.
--El
precio por cumplir vuestros sueños será ver vuestro talento y, luego, una
muestra de sangre y carne. Además de doscientos euros por adelantado. Una
nimiedad teniendo en cuenta lo que ganaréis.
--¿Qué?
--Callad.
Yo ya he hecho igual. Haced lo que os diga.
Se
miraron, Renata y Coco, temerosas. Helena apenas reparó en la mirada que se
intercambiaron sus dos compañeras de piso. Xose arrugó el ceño, desconcertado.
De mala gana, empezó a relatar sus méritos tanto académicos como extracadémicos
de su vida. Las demás, lo imitaron. La anciana asentía complacida.
--Tenéis
todos talento. Así lo habéis demostrado. Sólo invertimos en quien vale la pena.
--Los
sueños no son un negocio.
--Nos
sobreestimas.
--Sois
vosotros los que os subestimáis. Haré de vosotros joyas admiradas por el mundo,
de gran valor y poder.
--Vale.
¿Dónde está el truco? Te damos sangre y huellas, además de doscientos euros
cada una por una promesa –Stella se mostró dura y escéptica.
--Todos
los sueños tienen un precio –zanjó la anciana como quien habla del tiempo.
--Lo
hago por mi amiga –insistió Stella--. Más le vale no ser una timadora. Iría a
por usted y su tenderete.
Inmóvil
y callada, Coco miraba de refilón a todos. Sus ojos chispeaban ante la amenaza
de un timo.
--Te
aseguro que no lo lamentarás querida. No lo lamentaréis ninguno de vosotros.
Pero, acordaos, en diez años, una vez cumplidos vuestros deseos, tendréis que
pagar por ello.
Coco
se estremeció. Era como si hubiese leído sus pensamientos. Stella hizo un
aspaviento con el brazo. Helena la miró fijamente y rio de una manera ensayada.
--Ya,
claro. ¿Podemos marcharnos ya? ¡Quiero disfrutar de la fiesta! –Instó Stella.
--Disculpa,
señora. Yo me siento conmovida por lo mucho que me habéis ayudado pero ya es
hora de que nos marchemos –terció Helena, educadamente.
La
estudió con mucha atención, luego miró a Stella. Su mueca pretendía ser
peligrosa.
--Tu
carrera solamente acaba de empezar, Helena. Ya eres lo que querías: una modelo
asentada que desfila por las mejores pasarelas del mundo. Dentro de poco
tendrás un nombre propio en el sector. Dentro de siete años, acudiremos a
cobrar tu precio.
--Claro.
¡Hasta pronto!
Helena
comenzó a preguntarse si la anciana realmente estaría algo ida pero los hechos
eran los hechos. Desde que había acudido a ella tres años antes, su carrera
como modelo había pasado de cero a estar en auge. Siempre había sido algo
supersticiosa y había creído en ese tipo de cosas, aunque ahora tenía alguna
duda. ¿Y si había sido sólo por ella misma el hecho de que su carrera estuviese
emergente?
Se
marcharon de la feria callados por lo que habían hecho. ¿Sería su borrachera?
¿Su desesperación? ¿Su inocencia? Lo que estaba claro, es que todos ansiaban,
más que nada, conseguir sus sueños.
La
esperanza hacia alcanzar lo imposible era el denominador común de los cinco.
--Daréis
fin a un capítulo de vuestras vidas y comienzo a otro capítulo mucho mejor. No
os arrepentiréis –Había pronunciado la anciana cuando se marchaban.
Por
muy alto que fuera el precio.
PRÓLOGO NUEVO PROYECTO "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS" (1ª parte)
PRÓLOGO
31/12/2008
Helena
notaba las miradas. Las de envidia o admiración, de ellas. Las de deseo o
miedo, de ellos. La gente sólo veía la parte más glamurosa de ser modelo. Sus
peinados, su maquillaje, sus vestidos. Ella se lo había trabajado. Ser modelo
significaba entrenar todos los días siguiendo una estricta dieta que le impedía
tocar aquel día el turrón o los bombones que les pusieron como obsequio en su
mesa de noche en la fiesta de Fin de Año de un local Erasmus de Barcelona
.
Lo más duro era sin duda, no poder ver a tu familia el tiempo que desearías.
Más aún, no poder formar la familia que desearías. Muchas modelos se veían
amenazadas por tener que abandonar su carrera tras un embarazo. Tenía suerte de
que su hermano pequeño, Xosé, fuese fotógrafo y se moviera a menudo entre sus
círculos. Por otro lado, no quería renunciar a sus estudios. Así fue que estaba
en su último año de Ciencias de La Comunicación donde indujo a estudiar también
allí a su hermano. También, de ahí, que fuese tan amiga de las amigas de su
hermano. Ella misma no tenía tiempo para demasiadas relaciones sociales por su
cuenta.
Era
una vida loca y frenética. Ella la había elegido. Era lo que quería. Aunque,
desde hacía tres años, contaba con mucha ayuda. Un hada madrina inesperada.
Cuando
se acercaba a sus amigos Helena, ellos están en media conversación.
--Las
navidades en España son muy religiosas, ¿no? –comentaba Stella. Irlandesa,
mirando con reacio sus doce uvas.
--Yo
no creo en Dios. –Rezongó Renata mientras daba una calada a su cigarrillo.
--Yo
creo en simuladores –terció Xosé.
Al
acabarse su chupito de tequila, se permitió tomar un trago del margarita de
Coco. Así era su confianza.
--¿Simuladores?
–Preguntó Coco entre un halo de inocencia e interés.
--Según
la teoría de las simulaciones se explica que una inteligencia superior del
universo está dirigiendo todas nuestras acciones.
--Eso
es igual que creer en Dios. Un Dios más cercano del que dice cualquier texto
religioso. –Supuso Renata, a la que siempre le gustaba intentar comprender
todo, aunque en el fondo sabía que tenía que aprender mucho más.
--Yo
si creo en las simulaciones, para ciertos temas. –comentó Helena, una vez
asentada con su caro vestido rojo largo pero que dejaba asomar una de sus
largas piernas de modelo.
--Igualita
que tu hermano –rio Stella, ajustándose a los hombros su mono sin mangas color
gris satén.
--Vamos,
¿cuál es vuestro dilema? ¿Solucionar el mundo o vuestras vidas? Si la respuesta
es lo segundo lo tenéis bien fácil ¡Sólo vosotros podréis arreglar vuestras
vidas! Aunque podéis tener cierta ayuda –dijo Helena con diversión. Le
encantaba provocar.
Se
hizo un silencio. De Erasmus, en un campus de Ciencias de la Comunicación de
Barcelona, se forjó la amistad entre Helena, Renata, Stella, Coco y Xosé. Entre
meses de juegos y travesuras llegaba su primera complicación: la fiesta de Fin
de Año en un local alquilado por otros estudiantes de Erasmus. Entre globos
plateados y negros, espumillón a juego y focos retro, estaban reunidos ellos
solos como una hermandad infranqueable en torno a una mesa de cristal con sus
respectivas copas de cava catalán.
--¿A
qué te refieres? Yo creo en Dios. –musitó con voz cantarina y aterciopelada,
Coco. Ella podría pasar por la más sencilla de todos, impecable, con su vestido
negro si no fuera por las joyas que tan bien había elegido como complementos y
un peinado al estilo de su icono de moda: Audrey Hepburn.
--Te
lo mostraré en un rato, si eres capaz, llegan las uvas, chicos. No os
atragantéis.
Antes
de lo esperado, la pantalla gigante del local se encendió mostrando a dos
presentadores en Madrid, en La Puerta del Sol, anunciando las campanadas. Cada
uno comió las uvas a su ritmo y pidió su propio deseo. Tras conseguir tragar
las dichosas doce uvas, exclamaron:
--¡¡¡¡Feliz
año nuevo!!!!
Coco
y Helena realizaron un baile que hizo silbar, animándolas, a los más
cercanos. Coco, parisina de nacimiento,
estudiaba a la vez que se presentaba a castings para poder ser actriz. Eran las
dos de una esplendorosa belleza pero distinta a la vez. Había quienes las
llamaban Marilyn y Audrey, en honor a las clásicas actrices. Helena, rubia y
llamativa. Coco, morena, delgada y de rasgos clásicos envuelta en un halo de
inocencia y elegancia parisinos. Desde pequeña, Coco dominaba varias lenguas. Se
había criado en un ambiente cosmopolita. Gracias a sus padres, se había movido
entre variopinta gente desde su nacimiento.
Stella
sentía sobre todos ellos todas las miradas. Teniendo a Helena García como una
de sus mejores amigas no era nada fuera de lo normal. La misma conocía mucha
gente en el local y nada más llegar empezó a presentarle a los mejores amigos
de su hermano, Xosé, a todo el mundo que se encontraba. Helena podía ser terca
y arrogante a veces, pero conservaba un buen y humilde corazón.
Xosé
y Renata eran los más tímidos del grupo y se limitaban a sonreír y contestar
amablemente. A pesar de que Xosé era más comedido y callaba más.
Renata
echó una nueva ojeada a redor. La decoración era divertida pero recargada. Le
faltaba un toque de frescura. Sobre todo, teniendo en cuenta que los vestidos
de Fin de Año de todos los presentes ya eran adornos en sí mismos. Quiso dejarse
llevar y, tras alguna copa de cava, se sintió lista para empezar a mover el
torso, aún sentada. Temía con toda su alma sus tacones caros.
Stella
bailaba, cantaba y se divertía. Entonces, tras pasar un rato haciéndole ojitos
a Héctor, le vio. Charlando animadamente junto a Marcos, el nuevo ligue de
Helena, un muchacho de veintitantos, alto, de cabello oscuro perfectamente
peinado, ojos que hasta en la distancia se veían verdes, nariz cincelada sobre
unos labios gruesos y una maldita simetría facial que lucía con su cuerpo
delgado pero fibroso. Se quedó unos segundos observándole hasta que él la miró
con interés y no pudo evitar ponerse colorada. Ella ya era pelirroja y pecosa,
lo cual era más que un engorro.
Helena
se acercó a ella carcajeándose con la excusa de que Stella tenía una mancha en
la cara. Más vergüenza para ella.
--Lo
he visto. Te gusta.
--No
sé de qué me hablas –quiso tratar Stella de parecer indiferente. No era
precisamente la más ligona del grupo, con su cara regordeta llena de pecas y un
cabello pelirrojo indomable. Sin embargo, solían catalogarla como belleza
nórdica, cosa que como tantas le hacían enrojecer todavía más el rostro.
--Se
llama Alfred, el mejor amigo de Marcos –explicaba descaradamente, Helena--.También
está de Erasmus. Estudia periodismo pero también es modelo. ¿Sabías que ha
desfilado en Cibeles? Es buen tipo y, ¿sabes lo mejor? Tengo su cartera porque
se la ha dejado en el piso de Marcos esta noche, cuando tomábamos algo a media
tarde y yo tenía que devolvérsela. ¿Quieres devolvérsela tú?
Alfred
se convertiría en el mejor amigo de Stella en los siguientes diez años, tras un
año como amigos con derechos. Pero ella aún no lo sabía.
Xosé
bebía tranquilo, echando miradas a tíos posiblemente gays, sintiendo el
hormigueo de su margarita en su cuerpo. Le encantaba la estampa que ofrecía con
sus mejores amigos de Erasmus. Aún recordaba sus comienzos y ahora eran
admirados por todos como los más prometedores en sus campos. Hasta Helena,
relucía por si misma y ya se estaba convirtiendo en una Top Model a nivel
mundial. Todos prometían por su talento.
--Aún
quedan dos horas para la after party de mi amiga –resopló tras no obtener
resultados en su cacería.
--¡¡Juguemos
a algo!! –Gritó Helena.
--¿Por
qué no jugamos a…?
--Callad,
no me hagáis reír. ¿Queréis jugar a un juego de verdad de la vida?
Los
estudió ella. Ninguno era ningún pusilánime. Todos tenían talento. Les estaba
haciendo un favor. El mejor favor de sus vidas, aunque tardarían en enterarse.
--Podemos
seguirte. Yo no estoy tan borracho, ellas… --terció Xosé mirando a sus
espléndidas amigas que, tal y como el afirmaba, ya se las notaba achispadas.
Helena
rio con seguridad pero se ganó su atención.
--Os
hablo de un juego con el que tenéis poco que perder pero mucho que ganar. Más
de lo que os imagináis.
--¿Qué
ganaríamos? –Inquirió Renata.
--Os
daré una pista. ¿Cuáles son vuestros propósitos de Año Nuevo?
--Dejar
de fumar –se carcajeó Renata.
--Adelgazar
cinco quilos y entrar en la 36.—dijo Stella.
--No
me refiero a eso. Me refiero a vuestros mayores sueños –insistió Helena, algo
frustrada por la falta de colaboración.
--Es
imposible que salga de esa hamburguesería mientras me pago la carrera –dijo
Xosé.
--Igual
que es imposible que mejore mi español con esas lagartas de compañeras de piso
–opinó Coco en un susurro de incomprensión--.Yo sólo sueño con aparecer alguna
vez en una gran pantalla.
--Si
alguien quisiera ver mi desastre de fotografías… --se quejaba Xosé.
--Yo
pienso centrarme en pequeños objetivos. Si los conviertes en hábito pueden
convertirse en grandes objetivos cumplidos –afirmó Stella con rotundidad. Era
una optimista redomada. --Tú ya has cumplido tus sueños por todos y no trates
de presumir más. Tienes talento.
Helena
quiso hacerse la molesta y esbozó una sonrisa amplia y amable.
--¡Es
totalmente una locura. De Santiago de Compostela a desfilar en Victoria Secret!
–exclamó, con admiración, Coco.
--Y
vosotros también tenéis talento. Ellos lo verán. ¿Vamos a la feria?
--¿Ellos?
–Xosé se mostró escéptico.
Helena
se calló, impasible, pero imponente como ella era. Sus colegas cambiaron una
ojeada pero sabían que ante las resoluciones de Helena García poco había que
hacer. De medidas perfectas, alta, rubia y de ojos azules grisáceos; Helena era
una modelo en auge en España, y ahora en el mundo. Algunos medios ya la
conocían como Helena de Troya como metáfora por el famoso personaje de la
Ilíada, del mismo nombre y que era famosa por ser la más bella del mundo.
--Venid.
Como
un resorte, todos se dispusieron a tomar sus abrigos, chaquetones, blazers. La
música del local todavía no había cesado y se prometía lo mejor del evento pero
Helena los arrastró a la feria que estaba a dos calles, en una explanada lo
suficientemente ancha para albergar ciertas atracciones sencillas.
Se
dejaron guiar por su amiga entre risitas y grititos de emoción, intriga y
celebración. El ambiente a su alrededor no era menor, sobresaliendo las
carcajadas y canciones de la gente que en su mayoría ya estaba ebria.
--Siempre
haces lo mismo. Te pones enigmática y tengo que acertar cuando nunca acierto.
--Calma
hermano. El acertijo es para todos. No va a ser sólo para ti.
--¿Tenemos
que adivinar? –Inquirió Coco, entre una risita tonta.
--¿Qué
pensáis que os voy a ofrecer?
--Drogas.
--Dinero.
--Un
polvo.
Helena
rio ante las ocurrencias de sus mejores amigos.
--Estáis
cerca.
--¿Una
beca Robbinson?
--También
aciertas.
--Te
estás quedando con nosotros –rio Renata.
--Os
ofrezco todo a la vez… y muchas más cosas.
Se
les iluminaba la cara ante sus palabras. Era como prometer la cura del cáncer.
--¿Qué
pretendes? –Preguntó Stella, la única reacia a aquellas palabras--¿Estás tan
borracha?
--Venid
conmigo. Tan solo seguidme.
--¿Mil
polvos?
--¿El
Euromillón?
--¡Un
pullitzer!
--Matarme
de sobredosis… paso.
--Vamos,
damas y caballero. Los borrachos sois vosotros. No tengo el premio todavía.
--Soy
la única sobria. Todo me parece absurdo –insistía Stella.
--Todavía
no lo sabes. Pero, en cuanto nos acerquemos, serás la primera en saberlo.
--Helena,
pinta mal pero cuenta conmigo.
Renata
la abrazó y, en el intento, se tambaleó.
--Chicos,
escuchadme, ¿seguro que no queréis saber cómo empezó mi éxito?
--Ni
que fueras para tanto, chica.
Xosé
puso los ojos en blanco.
--Acabo
de firmar con la mayor empresa de lencería del mundo.
--Siempre
has tenido buen tipo.
--Vamos,
no seáis jóvenes y absurdos.
--Venga,
moved el culo, no sé si está borracha o drogada pero promete ser divertido –los
animó Renata.
--¿Por
qué no hacemos selfies? Un collage recordando nuestro primer fin de año juntos
en Barcelona –preguntó Stella cuando salían del local.
--Está
bien. Os enseñaré mi secreto de fotografía si accedéis ir a la feria conmigo.
Se
sacaron cincuenta fotos, como mínimo Iban aprendiendo en el acto. Helena les
enseñaba ángulos y poses pero, hasta que todos los cinco salieron bien en una a
la vez, no se dieron por vencidos. Si no fuera por los consejos, su collage de
la noche se sería un conjunto de fotos de cada uno borracho posando como si
fueran buscados o presos.
--Ojalá
esto me diera para un book digno del pullitzer.
--Parad
ya. Lloriqueáis como niños pequeños quejándoos de vuestros sueños frustrados y
vidas sin perspectiva. Tenéis que tomar acción. Como me habéis hartado, os
mostraré algo que me moría de ganas de enseñar a alguien. Seréis los
afortunados.
--¿Está
borracha?
Renata
reía, primera a la cabeza de la fila de camino a la feria.
--Ya
he conseguido mi primer “beauty contract”. Contrato de belleza. No os puedo
revelar la empresa. Pero, antes de que me felicitéis, os diré mi secreto.
Helena
a veces pecaba de arrogante. Sus más cercanos se lo perdonaban por su buen
corazón.
--No.
Nunca lo adivinaríais. Este trabajo es difícil. La gente no ve lo que haces
bien, solo lo que haces mal, a no ser… que seas una chica con suerte, como yo.
Gracias a un pacto.
Helena
se puso a jugar con una lata de su cerveza vacía. Xosé sacó una cámara no
profesional pero decente, debido a ser la noche de Fin de Año.
--¿Puedes
seguir haciendo eso? –Le preguntó a Helena.
Su
hermano le sacó una foto sin esperar respuesta.
--Lo
natural es arte.
Xosé
se encogió de hombros. Helena tiró la lata y respiró profundo.
--Todos
tenéis talento. Os ayudarán a conseguir vuestros más ansiados sueños. ¿Me
seguís? Hay que ir a la feria antes que a la fiesta.
Resoplidos,
murmullos. Nadie quería moverse más lejos de cien metros de la calle, donde
estaban invitados a una de las mejores fiestas internacionales de la zona
Erasmus. Sin embargo, aquella afirmación sonaba tremendamente plausible, aunque
nadie la creyó ni por un momento. Helena, en cambio, parecía entusiasmada en lo
que estaba ofreciendo a sus amigos. Jugar a un estúpido juego de sangre con
alguna especie de bruja no parecía fuera de lugar en aquel momento de la
borrachera.
Estaban
listos para irse así que prosiguieron el camino. De vez en cuando, el cielo
oscuro sin nubes asomaba estrellas cada una más brillante que la otra. Mientras
marchaban, Coco miraba en torno con mirada borrosa debido al alcohol. Tenía la
impresión de que olvidaba algo. O que algo no iba del todo bien. Su intuición
no solía fallar.
Helena
era como un planeta y ellos sus lunas. Los arrastraba como la gravedad, siempre
en su órbita.
--Sé
que estoy siendo demasiado misteriosa pero os agradará lo que veréis –rompió el
silencio Helena cuando se adentraban en la feria--.Si este fuera el último día
de nuestras vidas… ¿sería así como querríamos vivirlo? Debemos amar lo que
hacemos. Perseguir nuestros sueños. Yo acepto el trato.