martes, 28 de septiembre de 2021

AVE QUE VUELA

 Ave que ve, desde lo lejos, a su amazona mientras sobrevuela

Desde la Galia hasta las aguas plata y los campos trigueños de Grecia.
Con el sol que resplandece, partió la amazona de las tierras de Troya, lejos.
Hasta el anochecer, dejando atrás a sus Aquiles, Ulises y Teseos.

Liberó la amazona de su cruel pastor a los ignorantes borregos,
se volvieron caballos alados con plumaje libre, plateados y esbeltos.
Y creyó ver su locura, su risa, su ingenio. Causa perdida llena de vida.

Incendio sobre las flores, las despojó del humo que brillante cegaba
Su aroma y vista del sol. Florecieron las coloridas rosas más bellas.
Y creyó oír su carácter, su fuerza, su pasión. De la fe ciega garantía.

Devolvió libros y lápices a niños que, sin sustento, mendigaban.
Se alzaron con conocimiento caballeros, reinas, príncipes y damas.
Y creyó oler su inteligencia y agudeza. Lengua sensata y alocada por día.

Recordó cómo llegó a ella y a revivir su helado corazón de granito.
Con sus guiños y palabras en el viento, el ave, como un leve himno.
El ave como espectro, fantasma lejano, con puro sentimiento la guiaba.
Desde el cielo la contemplaba mientras sobre sus andares volaba.

AMAR A LA MÚSICA

 La música, tocando, se siente melancólica.


Agonizan, en el piano, sus melosas melodías

Por un placentero y dulce delirio en sus días,

Desmayándose en violines sus notas acórdicas.



La poesía, recitando, se siente taciturna.

Empalidece, empalagada de suspiros.

Enferma, entregada a ver zafiros,

Brillantes en la constelación nocturna.



La música está enamorada de un fantasma.

Palabras que siente y, luminosas, escucha lejos.

Que encienden su alma, de blanco, tal eco.

Que ve sin ver hasta que se cruzan sus miradas.



La poesía está enamorada de una sombra

Que dirige, pálida cual rayo, palabras sin rumbo

Y alcanzan pirueteando su corazón profundo.

Identificada por ella, intangible, la adora.



La música anhela enredarse

En los labios de la poesía.

La poesía desea, algún día

De la música un abrazo salvaje.



Tan lejos, tan cerca. Sol y luna.

Canciones de palabras más bellas.

Acordes que dan vida a las letras.

Logrando sintonía perfecta. Sin duda.


Despertando entre lirios. Efímero momento.

Inconsciente sueño recordando sueño que ama.

En los lindes de la vigilia, sus letras escribiendo.

Regateando la moral y rehusando la plata.



¡Ay, niña! Así es la música. Es espectro, es sueño.

Con acordes de sentimientos de la vida fantasma.

Así es la poesía. Alas ligeras sorteando truenos.

Persiguiendo suspiros por soleados cielos escarlatas.

LA CASCADA

 Poema en castellano que he escrito originalmente en gallego hace unos años:


Cascada, que se alza en su santuario virgen.
De la furia perdieron el color las aguas,
tan pálidas, tan albinas, tan blancas.
El helado sol las acaricia en su origen
y el verde, en las orillas, se expande cual sonata.

El torrente de la vida fuente
se abre camino en libertad.
Impetuoso, fiero, con peligrosidad.
Con el tiempo en el azúl océano muere.
Mas se reúne con sus vecinos antes.

Naturaleza, ¿por qué estás pálida?
Blanco el cielo, blanca la espuma,
blancos los rayos del sol y de la luna.
Puede que sienta la tristeza de las ánimas
cuando la artifical tormenta las asusta.

Nace y muere en el mar de los libros.
¡Ay, poesía, torrente de las letras!
Surges, cual chispa, en el alma de los poetas.
Nace y queda en el papel, en el pergamino.
¡Ay, literatura, torrente de las palabras!

SONETO A LA LUNA

 Agonizó el día, llegó la luna.

Lucero que suspira por los sueños
en la esencia de las noches de otoño.
Lucero de la noche, noche que hace suya.

Luna llena en la noche más oscura.
No hay faro más luminoso.
Luna nueva, luna azul. Luna a lomo
del caballo de las tinieblas puras.

En el océano rayos de plata,
El búho comienza su canto,
un clavel, en la sombra, agacha.

¡Ay! Luna brillante, luna blanca.
¿Cuál es tu secreto sagrado
que en tu ausencia del día guardas?

PRIMER CAPÍTULO NUEVO PROYECTO "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS"

 

1

2016

Un café extraordinario, una vista preciosa… Helena García se estaba preparando para una visita del equipo de una prestigiosa revista a su mansión de Malibú. Era una manera de seguir impulsando su carrera y fama tras unos meses en los que estuvo desaparecida. No parecía exactamente un trabajo. Lo era. Era modelo. Más que eso. Top model a nivel mundial. Parecía hasta inusual. Era absurdo. La gente se interesaba por todo lo qué comía, por el ejercicio que hacía, por cómo vestía… Tenía siempre respuestas para ellos. Pero ningún secreto en especial. Había sido tocada por una varita mágica hacía exactamente diez años. Como le recordó la llamada. Como no le podía contar a nadie.

Se revolvió en su silla de ambiente mediterráneo en la terraza de su casa que le dejaba ver una pequeña cala del océano pacífico. Sí, sin duda tenía vistas maravillosas. El día era cálido y agradable. Le apetecía dar unos largos en su piscina pero el asunto de la entrevista en su casa la mantuvo ocupada, intentado apartar los pensamientos negativos de su cabeza. Había ordenado a Graciela, su asistenta, que mantuviera presentable la casa.

Recordó la primera llamada, hacía cuatro meses.

Salía de una entrevista en un conocido programa de televisión estadounidense. Lo que en principio había parecido una pregunta inocente se había convertido en condena.

--Hay tanta debilidad en la risa como valentía en el llanto. Alguien que brilla por sí mismo es más grande que quien brilla a causa de los demás –dijo con la mejor de sus perfectas sonrisas a una pregunta que no sabía muy bien como contestar.

El público aplaudía. El presentador la miró de arriba abajo, para luego preguntar:

--Fantástica, Helena. Cuéntanos, ¿cuál crees que es el secreto de la belleza?

--La belleza es actitud.

Había otra pregunta que había contestado en su anterior entrevista. La que en su interior dudaba cómo contestar. ¿Cómo te ves en diez años? Hacía diez años que le habían hecho aquella pregunta. En un contexto muy diferente. Helena contestó: si te lo dijera tendría que matarte.

Era literal.

También recordó la última pregunta de aquella tonta entrevista:

--Dime una mentira.

--He hecho un pacto con el diablo para estar donde estoy.

Tras las risas del público ella sucumbió también a la risa. Una risa histérica ya que no era del todo una mentira.

La segunda llamada llegó al acabar la entrevista. Su asistente le pasó con el número desconocido del que sospechaba sería algún publicista ya que tenía pendientes campañas de marketing de belleza. Antes de poder pronunciar un saludo, escucho la voz de un hombre distorsionada:

--No se cambia de opinión en pleno ascenso.  Diez años.

El interlocutor no colgaba. Helena, empezando a temblar, contestó con aplomo improvisado:

-- No sé con quien ha estado hablando. Ni qué ha leído. Si se trata de mi representante y ha compinchado una entrevista privada conmigo lo despediré.

Colgó lo más serena que sus fuerzas le ofrecían.

Inmediatamente, tiró de la agenda de su móvil y mandó el mismo mensaje a cuatro personas:

--¡¡Está pasando!! Ya he cumplido diez años desde mi promesa. No contestéis. Solo tened cuidado.

Xosé, Coco, Renata, Stella. Les iba genial en sus respectivas carreras. Los cinco de aquel grupo de Barcelona se habían distanciado pero todos eran famosos. Su hermano, un reputado fotógrafo. Una actriz, una editora jefa de una prestigiosa revista francesa y una influencer.

Hicieron un pacto y cumplieron sus sueños. Era hora de pagar el precio.

Helena trató de contactar con el número desconocido sin respuesta. Tras un mes dándole vueltas en su cabeza, le restó importancia al asunto pero contrató guardaespaldas y se encerró con ansiedad en su mansión de Malibú.

A pesar de su miedo.

Era incumplir su promesa. Pero no tenía opción. Ellos eran tan solo un cuento de hadas de su pasado. Se acordó de “Cuento de Navidad” de Charles Dickens. Quizás era un fantasma de su pasado, nada más.

Hasta la segunda llamada. Una voz distorsionada pronunció palabras en otra lengua.

--¿Disculpe? –le preguntó a la voz distorsionada--. ¿Con quién hablo? ¡No pienso ceder a ningún chantaje! Le denunciaré, ¿me oye? Soy una de las modelos mejor pagadas del mundo. La policía irá a por usted.

No hubo respuesta. Temblando, ojeó su redor rozando la paranoia hasta que, tras unos segundos, su interlocutor dijo con voz que rezumaba hostilidad:

--Paga.

Removió un mechón de su larga melena rubia acompasando su respiración con un suspiro que rezumaba nostalgia mientras hacía memoria. Cuatro meses después de la última llamada, se había relajado. Suspiró en la silla de su terraza y repasó todas sus rutinas durante las últimas semanas y quiso preparar  mentalmente las respuestas al equipo de la revista, que llegaría en dos horas.

El miedo seguía impregnado en su ser. Tuvo un deseo infantil de su llamar a su madre. De pequeña, era la única que sabía como apaciguarla, tranquilizarla. Quiso hacer una llamada a su hermano, quien era lo más parecido una madre que teína en aquel momento. No obstante, su hermano estaba metido en lo que ella sospechaba y no quería que peligrase.

Sacudió la cabeza para intentar liberarse de sus pensamientos y se dispuso a arreglarse.

Antes de lo esperado, sonó el telefonillo. Fue corriendo, ya preparada y despegó con brusquedad el auricular.

--Señora, dicen que ya están listos. Cambios de última hora –le apremió la voz de Graciela.

La entrevista llegaba antes de tiempo.

--Sí –se limitó a responder.

Sí. Que mejor manera de hablar por última vez en tu vida. Una palabra positiva. Lo que con todas sus clases de meditación había conseguido. Vestida con un cómodo mono blanco en su enorme y preciosa casa de Malibú, Helena abrió la puerta con una gran sonrisa de dentadura perfecta. Perfecta, como ella.

Se colocó el pelo y esbozó la mejor de sus sonrisas para recibir a sus invitados.

No recordaría nunca nada segundos antes, más que las palabras: “pagas o mueres”, del disparo en la frente, que la mató al instante.

RELATO E-444

 Recuerdo este relato que he escrito hace años:



Algunos dijeron que se había producido una explosión. Otros, que era otro choque más de coches en aquellas casas situadas en los lindes de la carretera. Al día siguiente, todo había quedado claro. Una fiesta que se había ido de las manos tras una rencilla familiar. Si es que los humanos son muy fáciles de engañar. Les das una explicación coherente y, mientras no los incumba, se despreocupan. De momento, a nosotros nos llaman aliens. Como no llamamos la atención más que en sus imaginaciones e historias de libros y películas tampoco se preocupan de nosotros. Inocentes.

Lo que realmente ocurrió aquella noche es que los E-44 irrumpimos en la familia de cuatro miembros de un pueblo remoto de Galicia. Eran idóneos. Un padre empresario, una madre a punto del divorcio que se iba a marchar a trabajar a un hotel de Mallorca, un hijo de dieciocho años recién cumplidos que los humanos llamaban “ni-ni” y una hija, la de mi interés. Se llamaba Verónica. Era la hermana melliza del chico e iba a empezar la carrera de filología hispánica en A Coruña. Claro, tanto personaje que abandona el pueblo solitario era una buena coartada para poder invadir sus cuerpos y alejarse de conocidos que sospechasen de la contaminación.

Verónica era alta y delgada. No sabía sacarse partido aunque no era fea. Lo que no me gustaba era su enorme frente. Yo soy E-444. Los miembros del planeta E estábamos invadiendo ciertos cuerpos humanos para estudiar mejor su raza. Mi sector es, como he mencionado, el E-44. Sí, somos números. No tenemos nombres. A los humanos tampoco debería de extrañarles, ellos también son números. Mira que insisten en poner nombre a todo. En realidad, son un número del documento nacional de identidad, de la seguridad social, del coche… son un número en todas partes. Pero mira que insisten con los nombres.

Mi distrito se dividió según sus coartadas para evitar preguntas innecesarias. Acudí siendo, en ese momento, Verónica, a la universidad de A Coruña. Evité su piso compartido pues no quería estar demasiado cerca de sus compañeras de piso mientras no me habituara a su cuerpo humano. Para nosotros no es problema obtener dinero, aunque no queremos ser ostentosos. Los humanos no paran de complicarse la vida para ganar dinero. Viven en una sociedad curiosa que los obliga a consumir lo que sea y como sea. Compran, venden, beben, comen y más… todo a cambio de dinero. Y, claro, para tener ese dinero las pasan moradas. Hacen lo que sea.

En fin, mi primer paso fue crear de Verónica alguien viable en esa sociedad. El físico parecía ser importante. No tenía gran idea de que cánones guiaban aquel mundo pero me bastó una visita a sus redes de información, que llaman internet, para hacerme una idea. Fui a un sitio llamado peluquería donde pedí extensiones y un alisado con volumen. Asalté tiendas de maquillaje. Hasta la hice adelgazar a base de una dieta baja en carbohidratos que tanto gustan a los humanos. No olvidé comprarle ropa a la moda que la hiciese resaltar, eso también era importante. Así pues, a quince días de empezar la universidad, ya tenía una Verónica atractiva. Esa frente que me gustaba tan poco decidí disimularla con un flequillo.

En esos quince días decidí sumergirme en la red para informarme sobre su ciudad, comunidad autónoma y país. Además, indagué sobre sus contactos y amigos en redes sociales para hacerme una idea de cómo actuaban allí los humanos de su edad. Su cuerpo al principio me parecía un lastre al que tuve que domar. Me pedía alimento. Los E-4 nos alimentamos siempre de lo mismo. Los humanos tienen infinidad de alimentos para elegir y no pueden comer siempre lo mismo, tienen necesidades biológicas de vitaminas, hidratos de carbono, proteínas, grasas y minerales. Tras estudiarme su pirámide alimentaria le elaboré una dieta sana para mantener en buenas condiciones su cuerpo. También procuré darle los tres litros diarios de agua al día como sus instituciones sanitarias recomendaban y aislarla de bebidas nocivas para su cuerpo. Estaba el tema de la higiene y otras necesidades que también procuré satisfacer como las directrices de salud de ese mundo y su propio cuerpo me pedían.

Comencé tranquila el primer día de universidad. La verdad que me pareció sumamente aburrido. Sabía que mi capacidad de E-444 me permitiría aprenderme sus temarios sin apenas esfuerzo. Entonces, me centré en los alumnos y profesores. Decidí hacer pasar a Verónica por una muchacha introvertida pero inteligente. Repito, no quería mezclarme mucho entre humanos hasta acostumbrarme a su cuerpo. No obstante, una joven de pelo largo negro azabache y piel pálida me abordó el primer día.

—Tú no te andas con tonterías, ¿eh?

—Me has pillado —intenté sonar graciosa.

—Soy Elena.

—Verónica.

—Podremos ser amigas.

“Potencialmente cercanas”, pensé.

—¿Por qué no?

Se rio.

A medida que pasaban los días y quería que Verónica tuviera algo parecido a la capacidad intelectual que tenía yo siendo E-444, intenté ponerme al día con las lecturas de la carrera. Tal cosa me sorprendió. Descubrí muchos humanos con gran potencial analítico a lo largo de la historia y con gran talento para jugar con el lenguaje. Poco común para un E-444 pues nosotros, utilizamos el lenguaje para lo justo y necesario de nuestros asuntos. Además, los textos despertaban emociones intensas en el cuerpo humano de Verónica, que ahora era el mío. Narraciones sobre vidas y sociedades humanas que me hacían sentir pena, melancolía, ira, indignación, alegría, conmoción… entre otras sensaciones.

Esa faceta me llevó a leer más y más libros de humanos. Con mi capacidad, podía leer dos libros sin esfuerzo al día. Decidí acudir a ese lugar que los humanos llaman bibliotecas y están cada vez más abandonadas para tener más lecturas y sentir esas emociones que emanaban en Verónica, a la par que disfrutar de sus juegos de estilismos y retórica. Entonces, indagando, me interné en las artes humanas desde mi portátil. Comencé a interesarme por el cine, por las pinturas y esculturas, por la arquitectura, el baile y la música. Los humanos eran hábiles denotando sentimientos desde estas materias. Sentimientos que, hasta el momento, desconocía. Pero había aún más: mensajes, moralejas, críticas… La poesía se tornó como una obsesión intentado descifrar palabras que se juntaban con musicalidad y significado. Unidas por una serie de estilismos y rimas creando algo que tocaba el alma humana.

Los humanos eran pura emoción que un E-4 sólo podría explicar como magnetismos que se unían y chocaban al mismo tiempo creando un espectáculo magistral llamado vida. Y muchos vivían sin vivir. Y los había que vivían hasta consumirse. Y los que vivían sin ser mientras otros eran tan ellos, tan intensamente que cegaban con su luz del alma.

Era curioso como la sociedad los llevaba a una espiral donde si fracasaban en aquel modelo del éxito y trabajo se frustraban y desarrollaban patologías tanto físicas como mentales. Entonces, pensé que había acertado escogiendo el cuerpo de Verónica. Me gustaba su faceta vital y emocional, de momento.

Elena resultó ser una chica sumamente inteligente y rebelde al mismo tiempo. Probé a relacionarme con otros estudiantes pero me di cuenta rápidamente de que algo fallaba. Recelaban de mí. Mostraban miradas temerosas y sus sonrisas, en principio amables, se congelaban cuando empezaba hablar. Fui consciente de que debería aprender a mostrarme más natural. En cambio, Elena, que también tendía a aislarse, me tenía aprecio.

—¿Quieres un cigarrillo? —Preguntó tras acabar la jornada de un martes y nos dirigíamos a la biblioteca para hacer juntas un trabajo en parejas.

—Prefiero no contaminar mis pulmones con nicotina ni ningún tipo de drogas legales —respondí—. Y, menos, ilegales —añadí.

Ella rio tras apurar una calada seguida por una gran humareda.

—Todo mata —respondió simplemente.

“Las probabilidades de la muerte humana son grandes si no tienes un mínimo de precaución entre todos los peligros a lo que expone esta sociedad” pensé corrigiéndome y tomando una pausa antes de decir:

—De algo hay que morir.

Esa frase la había escuchado en una película. Elena me dio su aprobación.

—Debería emborracharte. El jueves hay una manifa feminista por la tarde. ¿Te vienes?

Conocía el movimiento feminista, cosa que me parecía muy arcaica por parte de los humanos. Era raro que tras tantos siglos de desarrollo en todos los ámbitos en la vida humana todavía tuvieran que reafirmar las condiciones de las mujeres. Los E no teníamos diferencias de género. Vaya estupidez.

—No creo que pueda ir —intenté aparentar lamento. De momento, no quería implicarme en asuntos sociales de ese planeta.

—Da igual. Cuando acabe nos vemos y tomamos unas cervezas. ¿Quieres invitar a alguien de clase?

—He observado que en esta primera semana de clase que llevamos todavía no se han formado grupos sólidos de amigos.

Rio.

—Ya claro, chica lista. Tienes razón, como siempre. Habrá que esperar. ¿Tú y yo, entonces?

Acepté.

Durante su “manifa” feminista, decidí acabar yo nuestro trabajo. Tarea fácil. Supuse que le agradaría. Así fue que, en cuanto le mostré el trabajo al llegar a su piso, me anunció que me invitaría a tres cervezas.

—¡Qué jodida! ¡Nadie lo podría hacer mejor! Ya verás cómo nos ponen notaza. Por cierto, ¿Me subes la cremallera del vestido?

Era un vestido largo y negro, su color favorito, que resaltaba su figura delgada y sus ojos claros. Yo llevaba un vestido rojo que resaltaba la figura de Verónica. Intenté poner tacones pero eran demasiado incómodos. Había leído que los tacones habían pasado a ser de un elemento represor para las mujeres en el pasado hasta un accesorio imprescindible de estilo en este nuevo siglo. No me gustaban. A Elena tampoco. Nos decantamos por unas cómodas bailarinas.

Elena me llevó a un bar con gran ambiente entre la decoración y la multitud de gente, casi todos de nuestra edad. La cerveza estaba bien y empecé a notar el hormigueo del alcohol en el cuerpo de Verónica. Me gustó, era muy agradable. Elena soltaba peroratas políticas y feministas que intenté seguir con interés y escucha activa hasta que apareció un chico alto, delgado, de cabello perfectamente peinado y color castaño. Fijó sus ojos negros en mí y sentí algo que no había llegado a sentir hasta el momento. No sé describir esa emoción. Pero era muy bonito.

Rebusqué entre los recuerdos de Verónica, ya que el chico en cuestión no apartaba su mirada de mí y me saludó, saludo que respondí. Resultaba que lo conocía. Se llamaba Alex y habían sido una especie de novios en el instituto del pueblo. A Verónica le gustaba mucho y no pude evitar que la tremenda emoción del corazón de la humana que había invadido me llegase a mí.

—Estás increíble, Verónica. Me costó reconocerte —saludó Alex, muy sonriente.

—Es un pibón, como tú —replicó Elena, ya borracha—. Soy Elena.

Presentaciones hechas, empezamos a hablar. La cerveza me había vuelto más alegre y eso facilitó que no se notase tanto que yo era ahora un E-444. Llegó el punto que la charla desvió en la causa animalista, algo que tanto Alex como Elena compartían y pude mantenerme ausente, escuchando, alegando que me había sentado mal el alcohol.

—Sí que estás borracha. Hablas raro —bromeó Alex.

—Seremos voluntarios contigo en la fundación —culminó Elena, arrastrando las palabras—. Verónica estará encantada.

Soltó una risita.

“Los animales son infravalorados muchas veces por los humanos, incluso explotados. Debo intervenir.” Pensé.

—Sí. Quiero ayudar —respondí hasta que tuvimos que acompañar a Elena hasta su casa.

Alex se ofreció a venir conmigo hasta mi casa. Me opuse pero insistió. Apenas hablamos pero, cuando iba a entrar en el portal, me besó. Fue extraño. Como E-444 nunca lo había hecho. Despertó un torrente emocional tremendo en mí del que me tuve que deshacer despidiéndome.

—No olvido nada de lo que hay entre nosotros, Vero —dijo para marcharse.

Me propuse, antes de quedar con Alex, investigar sobre el amor en la información de la red. Era fascinante la de aproximaciones que existieron a lo largo de la historia e incluso en la actualidad referidas al tema del amor. La literatura se veía adornada con diversidad de puntos de vista. Desde el comienzo de la chispa hasta las dolorosas despedidas. El lado triste y el lado feliz. Multitud de puntos de vista con los que no di llegado a una conclusión clara más allá de lo que sentía realmente el cuerpo humano que había invadido. Yo sentía lo que algunos llamaban “mariposas en el estómago”, junto con una euforia y ansia por ver a Alex, a la par que subía mi lívido.

El amor parecía, a su vez, tener ciencia y no tenerla. Como un arte donde lo racional y lo sentimental se fusionan con fuerza del fuego, del agua, del viento o de la Tierra… elementos humanos. Era algo que sacaba lo mejor y lo peor de la gente. Había que ser valiente si se quería llevar a buen puerto. Como dicen ellos. Estaba en todas partes, hasta las empresas se alimentaban de él para vender más. Donde más me gustaba verlo era en el arte. Ahí se reflejaba su esencia.

Semejaba que a veces, solo desde lo irracional, el ser humano se descubría a sí mismo en su esplendor y en como un E-4 podía ver realmente lo que era un humano en su esencia. En su arte, en sus sueños, en sus emociones. Territorios desconocidos para mí hasta el momento, como E-444.

Elena y yo acudimos puntuales al centro de animales como nuevas voluntarias. Volví a experimentar nuevas emociones desbordantes. Ver animales abandonados y, muchos, muy tristes, hizo despertar en mi la pena, la compasión e incluso la ira y rabia. Por otro lado, era bonito ver como muchos eran adoptados y como jugaba yo a regalar cariño a tantos otros y estas criaturas respondían con puro amor. Me sentía conmovida en todo este ser.

Alex y yo tuvimos varias citas con las que empecé a inquietarme. Al principio se mostraba dispuesto y afable. Poco a poco, su lenguaje no verbal comenzó a cambiar para volverse más distante y defensivo. Sus palabras y sus sonrisas se reducían. Un día tuve que hacérselo ver. Quizás no fueron palabras muy humanas de mi parte. Estábamos en el centro de voluntariado y Elena nos había dejado solos con el pretexto de que debía limpiar a un pequeño bulldog travieso.

—Has cambiado, Verónica. No sé qué te pasa. No te reconozco. Estás más guapa, sí. Pero no eres la chica de la que me enamoré hace unos meses.

Sentí mucho dolor ante sus palabras. Me veía venir lo que iba a ocurrir.

—Puedo cambiar.

—Ese es el problema. Ya has cambiado. No siento nuestra química. No me siento cómodo contigo. No puedo seguir intentando crear contigo una relación.

En ese instante, se apoderó de mí una gran ira. A pesar de que mi mente racional me lo quiso impedir, la rabia me hizo golpear a Alex. Él calló al suelo, gritando. Elena llegó rápido y contempló la estampa. Me agarró del brazo y me arrastró a un vestuario apartado.

—Verónica, no sé qué pasa contigo. No puedes hacer esto. Intentaré hablar con Alex para que no te pase nada. Pero date cuenta de que te van a echar del voluntariado. No puedo seguir cerca de ti si me vas a meter en líos. Estate una semana tranquila ¿Vale? Desconecta de todo… y de mí también. Siento lo vuestro.

Ya en casa, tras haber recorrido el camino como en estado de shock, me derrumbé en la cama y no salí de ella hasta el día siguiente. Evité ir a clase. No quería cruzarme ni con Elena. En mi interior había un gran dolor. Un desborde de emociones. Pena, tristeza, apatía, rabia, culpa, ira. Sentía la pérdida de un novio potencial y de una posible mejor amiga.

Decidí que las emociones humanas eran algo demasiado fuerte para mí. Contacté con los E-44 para abandonar mi cuerpo humano. Me entendieron bien. Crearon una coartada para hacer desaparecer a Verónica de A Coruña antes de ser invadida por otro E-44 de nuevo. Era un cuerpo demasiado idóneo como para desaprovecharlo.

Yo no estaba lista para ser humana. Por lo menos una chica hormonada recién salida de la adolescencia. Volvería a vivir como E-444 y nuestras normas. De momento.

APRENDER A AMAR

 Aquí va otro antiguo poema que he escrito hace unos años:


Mátame con esas miradas
Como me veas verás a la vez
Con palabras no nombradas,
El mundo que querrías ver.


Agonizo a suspiros
De un abismo de pasión.

La pasión por el amor

Es abismo sin salvación.

Porque entre el abismo

Hay un puente mismo

Al extremo palabra no dicha.

Y no quiero perderte de vista.


Tu libertad nos ata

Quien poseía no amaba.

Te quiero en tu esencia
En tu alma y conciencia.


Mátame de tu codicia

De besos perdidos.

Revíveme de caricias

De abrazos fallidos.




Reposaremos de batallas

De deseos y festejos

En la guerra descansa
En mi cama sin lamentos.


Aprender a amar

Es aprender a vivir.

Al aprender a amar
Es cuando toca morir.

AFORISMOS

Comparto una serie de aforismos que compuse como tarea para el club literario "Olladas":



La indiferencia de las ovejas consigue que el lobo invada el rebaño con más facilidad y poder.

Ella no necesita que le bajen los pies a la tierra porque la bajan a los subsuelos, al inframundo. Ella lo que necesita es que la alcen a los cielos, a un paraíso en vida.

La vergüenza es una forma de tener esclavizada el alma y la mente.

La utopía y la religión coinciden en lo divino e intangible de su idea.

Pensar, decir. Decir, hacer. No, pensar y hacer.

Las locuras del corazón son enfermedades mentales disimuladas por no poder ser diagnosticadas.

No ser vulnerable en momentos de sufrimiento para no denotar la debilidad a la que pueda llegar el alma siendo flores marchitas y dejarla florecer en momentos de fuerza para demostrar cómo podemos ser leones.

"CARA ILUMINADA DE LA LUNA" Y "CARA OCULTA DE LA LUNA"

 Aquí van dos poemas que hace tiempo que he escrito:


CARA ILUMINADA DE LA LUNA

Soñó con vendavales
Torbellinos y huracanes.
Soñó con incendios tormentosos,
Volcanes y terremotos.

El amor danza entre los vientos
Los sobrevuela con suspiros sinceros.
El amor danza entre las brasas.
Arden las emociones como lanzas.

Labios contra labios,
De dulce saliva inundados.
Pieles contra pieles,
Entre fuego y nieve.

Juntos se internan en cuevas
De cristales como lunas nuevas.
Juntos escalan los más altos montes.
Pecho con pecho, ven el horizonte.

De la mano corrían y paseaban.
Sortearon tempestades con andanzas.
De la mano vivieron mil aventuras,
Desde que nace el día a la noche oscura.

Se marchitarán los lirios de marzo.
Florecerán los claveles de mayo.
Quizás nazca vida de su vientre.
Quizás se encaminen hacia el verde.

Porque hasta que mate hay que vivir.
Vivir con amor nunca es morir.
Porque nuestra vida son historias.
Serán siempre inmortales en la memoria.


CARA OCULTA DE LA LUNA

Criatura mágica, ninfa y Hada.


Decía ser la sirena maldita que entregó su mirada
A un incandescente sol maligno
En busca de un príncipe que nunca la quiso.

Maldita su alma.
Maldita su coraza.
Malditas sus armas.
De la luna, oculta cara.

Él se asomaba cada día a la ventana.
La vio con su belleza interpretada.
Ante el océano Atlántico presencia.
Hacía resurgir a la Atlántida.

Párpados ciegos, mirada ciega.
No supo decidir si él era para ella.
No supo decidir en qué la desea.
Ni en qué momento fue su dueña.

Abrazó sus fantasmas.
Batalló con ellos hasta el alba.
Abrazó celos por quien la provocaba.
Abrazó sus penas con alabanzas.

Juró su apariencia de sapo dejarla.
Ser el príncipe que ella buscaba.
Más fiel que perros que guiaban.
Menos valiente que leones en la sabana.
Se fundió en su vista de murciélago
Rey ahora de la dicha el pobre diablo.
Con las caderas cual marea ondeando
Y pieles de algodón rozando.

Labios suaves y punzantes tocaba
Cual rosa roja y espinada.
No veía ni las flores ni las joyas
Con las que él la obsequiaba.

Y se desprendió de la satírica de su alma
De la autocompasión anhelada,
De las penas de una memoria desgastada,
Aferradas y humo en la espuma evaporada.

Porque vivieron hasta que mate.
Que lo que mataba los hizo vivos.
Vivir sin morir con el corazón vacío
Es vivir sin alma y sin destino.

Se curaron enfermándose.
Se lastimaron sin dañarse.
Revivieron sus sueños al amarse.
Bajo sábanas pereció el lamentarse.

PRÓLOGO NUEVO PROYECTO: "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS" (2ª parte)

 

--¿Cuál es ese misterioso trato? ¿No irás a inmiscuirnos en ningún delito, no?

--A ver, parad. Os voy a mostrar a la gente que hará vuestros sueños realidad. Igual que a mí. Van de feria en feria pero no son ningún timo. Funcionan.

--Es un truco barato. Te hacen creer que va a funcionar. Como un efecto placebo –se quejaba Renata.

--Y, sin embargo, los placebos funcionan. ¿Lo haréis conmigo?

--¿Encontraremos lo que queremos? –Preguntó Coco.

--Puede que algo mucho mejor.

Helena les guiñó un ojo.

El camino era agotador y frustrante. Renata se sintió perezosa pero sintió que debía avanzar ya que sus ebrios amigos acudían con ella, algunos reticentes y otras entusiastas, hasta en tacones imposibles.

Llegaron al punto de la feria en el que ya había demasiada gente y los cinco tuvieron que agarrarse de la mano en una cadena humana, corriendo de un lado a otro para desembocar en un lugar menos transitado de la fiesta donde reinaba una gran capa dorada. Helena se paró, alta e imponente. Al contrario que Stella, que estaba deseando quitarse sus tacones que la tenían encorvada, por el ya tangible dolor de pies.

Coco se permitió una mirada hacia la Barcelona engalanada de fiesta. La feria rezumaba a muchedumbre mientras atravesaban el bullicioso mercadillo que la colindaba. En sus particulares puestos se podían encontrar todo tipo de comidas venidas de diferentes lugares del mundo. Se notaba que estaba situada en lugares donde frecuentaban los estudiantes internacionales.

Llegaron hasta una zona más despejada de gente. Ante ellos se alzaba una tienda de acampada de colores escarlata, dorado y plateado. En la puerta, un cartel ponía: “PROMETEDORA DE SUEÑOS”

--Repetid, “pase lo que pase firmaré con mi puño y carne” –dijo Helena, más impactada y respirando agitadamente al introducirse en la entrada de la tienda.

--No lo veo normal…

--Repetid.

Ante las recriminaciones de Helena, no había nada qué hacer. Su confianza y amistad hacían que tuvieran que seguirla hasta el otro lado del mundo caminando ataviados y ellas, con tacones (menos Renata, que iba de plano) si hacía falta.

Cada uno repitió sin saber porque decían esas cosas.

Stella contemplaba el discurrir de sombras que se dirigían a un peligro inesperado. Evitando pensar lo que le esperaba al otro lado de la puerta de tela, se concentró en mantener el equilibrio mientras la precedía Helena, con sus firmes y estilizados andares de modelo.

En cuanto entraron en la tienda, empezó a sonar una canción que hablaba de almas desesperadas y desgraciadas. A todos les sonaba de algo. Aquello, mezclado un olor dulzón, como incienso, les puso a todos los pelos de punta.

 

--Esto es escalofriante.

--Y raro.

--Por no decir tenebroso.

--O peligroso.

--Vamos chicos, ¿No os han dicho nunca que las apariencias engañan? Por cierto, tendréis que pagar doscientos euros por el servicio --. Helena añadió el último dato como quien no quiere la cosa. Antes de que nadie replicase, dijo--: no os preocupéis, pagaré yo. Invito hasta que veáis que funciona.

Uno a uno, fueron entrando. Xosé fue el último en querer entrar. Xosé pasó tras ellas y caminó hacia el primer hueco libre, tratando de pasar desapercibido. Quiso aparentar tranquilidad. Lo que le erizó los vellos fue notar como los ojos de la anciana lo perforaban como dagas y comprobó una macabra sonrisa reptando en su cara. De pronto, supo que su hermana no mentía y tenía razón. La certeza lo golpeó como una bofetada. Quiso demostrar que no pasaba miedo. Como cada vez que veía una película de terror. Así que, rezagado, se adentró en la tienda.

--Buenas noches, jóvenes. Supongo que acudís a mí para hacer realidad vuestros sueños.

La anciana que les hablaba tenía una cara ancha, colorada de ojos pequeños e inquisidores que contrastaban con su ancho cuello de sapo que está a punto de zamparse unas jugosas moscas. El suyo era un aire entusiasta, de quien ha estado hastiada y aburrida un buen rato, sin nada mejor que hacer que mirar para las miles de luces y de reflejos de la tienda de feria.

Stella estaba cada vez más nerviosa. Lo que en un principio parecía una broma de borrachera se estaba yendo de madre. Carne, sangre… chorradas de hechiceras. Pero… ¡Doscientos euros! ¿Quién se creía aquella anciana? ¿El Dalai Lama? Ese no era el de los milagros. Pero dudaba que cualquier tipo de santo esperase en una feria en una tienda que daba tan mal rollo que parecía que iban a invocar al mismísimo Satán.

La muy condenada parecía de un humor excelente. Claro, serían sus primeros clientes en años. ¿Quién más iba a darle doscientos euros y muestras para saber qué rituales de santería? ¡Y aún encima eran cinco los idiotas que habían accedido!

Ante la indecisión de sus amigos, Helena se adelantó. Sus pasos resonaban, caminando con fuerza y decisión. Incluso en los peores tacones, transmitía una seguridad que, en lugar de eclipsar al resto, contagiaba con su aura.

--Te reconozco. Ya te hemos ayudado –pronunció la anciana con voz gutural, reparando en Helena.

--Quisiera ayuda para mis amigos, ahora. Pagaré yo el dinero.

La anciana asintió y agarró una pequeña aguja y un estampado de tinta con papel.

--Me harán falta sus muestras –aclaró.

--Hacedlo, venga –los instó Helena, adoptando seriedad.

Uno a uno, aguantaron un pinchazo en el dedo anular y estamparon su dedo índice sin saber muy bien lo que hacían ni porqué lo hacían. Estaban en estado de shock y se dejaban llevar por la situación.

--Ahora, firmad.

Uno a uno. fueron firmando unos contratos que no se molestaron en leer. Helena pagó todo el dinero.

--¿Para qué quiere nuestra sangre? –Se atrevió a preguntar Coco, cuando le llegó el turno de firmar.

--Es una cuestión de brujería. ¿No queréis que vuestros sueños se hagan realidad?

--Es una chorrada. Hacedlo y aún llegaremos a la fiesta –dijo Helena.

La anciana rezumaba un aire de peligro e invitaba a escapar de su habitáculo con olor a incienso.

--Helena no estaba drogada, esto existe de verdad… --balbuceó Renata.

--Si pagáis un precio, podré cumplir vuestros más ansiados sueños, siempre y cuando tengáis talento. Decidme a qué os dedicáis y vuestro currículum.

--Oh, vamos, no voy a contarle mi vida a una vieja chiflada –terció Stella, hastiada.

--Calla, Stella. Disculpe usted, es que mi amiga no cree en estas cosas –se disculpó Helena.

La anciana se limitó a sonreír.

--Haré como que me he quedado sorda durante unos segundos.

--Stella, colabora.

-- Vale, está bien. ¿Vas a decirme que fue así como conseguiste tus contratos como modelo?

--Todo empezó así.

--Supersticiosa.

--Todo lo contrario. Más que realista.

--Entonces, ¿usted podría convertirme en actriz? –Preguntó Coco, con sus grandes ojos grises reluciendo de ilusión.

--El precio por cumplir vuestros sueños será ver vuestro talento y, luego, una muestra de sangre y carne. Además de doscientos euros por adelantado. Una nimiedad teniendo en cuenta lo que ganaréis.

--¿Qué?

--Callad. Yo ya he hecho igual. Haced lo que os diga.

Se miraron, Renata y Coco, temerosas. Helena apenas reparó en la mirada que se intercambiaron sus dos compañeras de piso. Xose arrugó el ceño, desconcertado. De mala gana, empezó a relatar sus méritos tanto académicos como extracadémicos de su vida. Las demás, lo imitaron. La anciana asentía complacida.

--Tenéis todos talento. Así lo habéis demostrado. Sólo invertimos en quien vale la pena.

--Los sueños no son un negocio.

--Nos sobreestimas.

--Sois vosotros los que os subestimáis. Haré de vosotros joyas admiradas por el mundo, de gran valor y poder.

--Vale. ¿Dónde está el truco? Te damos sangre y huellas, además de doscientos euros cada una por una promesa –Stella se mostró dura y escéptica.

--Todos los sueños tienen un precio –zanjó la anciana como quien habla del tiempo.

--Lo hago por mi amiga –insistió Stella--. Más le vale no ser una timadora. Iría a por usted y su tenderete.

Inmóvil y callada, Coco miraba de refilón a todos. Sus ojos chispeaban ante la amenaza de un timo.

--Te aseguro que no lo lamentarás querida. No lo lamentaréis ninguno de vosotros. Pero, acordaos, en diez años, una vez cumplidos vuestros deseos, tendréis que pagar por ello.

Coco se estremeció. Era como si hubiese leído sus pensamientos. Stella hizo un aspaviento con el brazo. Helena la miró fijamente y rio de una manera ensayada.

--Ya, claro. ¿Podemos marcharnos ya? ¡Quiero disfrutar de la fiesta! –Instó Stella.

--Disculpa, señora. Yo me siento conmovida por lo mucho que me habéis ayudado pero ya es hora de que nos marchemos –terció Helena, educadamente.

La estudió con mucha atención, luego miró a Stella. Su mueca pretendía ser peligrosa.

--Tu carrera solamente acaba de empezar, Helena. Ya eres lo que querías: una modelo asentada que desfila por las mejores pasarelas del mundo. Dentro de poco tendrás un nombre propio en el sector. Dentro de siete años, acudiremos a cobrar tu precio.

--Claro. ¡Hasta pronto!

Helena comenzó a preguntarse si la anciana realmente estaría algo ida pero los hechos eran los hechos. Desde que había acudido a ella tres años antes, su carrera como modelo había pasado de cero a estar en auge. Siempre había sido algo supersticiosa y había creído en ese tipo de cosas, aunque ahora tenía alguna duda. ¿Y si había sido sólo por ella misma el hecho de que su carrera estuviese emergente?

Se marcharon de la feria callados por lo que habían hecho. ¿Sería su borrachera? ¿Su desesperación? ¿Su inocencia? Lo que estaba claro, es que todos ansiaban, más que nada, conseguir sus sueños.

La esperanza hacia alcanzar lo imposible era el denominador común de los cinco.

--Daréis fin a un capítulo de vuestras vidas y comienzo a otro capítulo mucho mejor. No os arrepentiréis –Había pronunciado la anciana cuando se marchaban.

Por muy alto que fuera el precio.

PRÓLOGO NUEVO PROYECTO "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS" (1ª parte)

 

PRÓLOGO

31/12/2008

Helena notaba las miradas. Las de envidia o admiración, de ellas. Las de deseo o miedo, de ellos. La gente sólo veía la parte más glamurosa de ser modelo. Sus peinados, su maquillaje, sus vestidos. Ella se lo había trabajado. Ser modelo significaba entrenar todos los días siguiendo una estricta dieta que le impedía tocar aquel día el turrón o los bombones que les pusieron como obsequio en su mesa de noche en la fiesta de Fin de Año de un local Erasmus de Barcelona

. Lo más duro era sin duda, no poder ver a tu familia el tiempo que desearías. Más aún, no poder formar la familia que desearías. Muchas modelos se veían amenazadas por tener que abandonar su carrera tras un embarazo. Tenía suerte de que su hermano pequeño, Xosé, fuese fotógrafo y se moviera a menudo entre sus círculos. Por otro lado, no quería renunciar a sus estudios. Así fue que estaba en su último año de Ciencias de La Comunicación donde indujo a estudiar también allí a su hermano. También, de ahí, que fuese tan amiga de las amigas de su hermano. Ella misma no tenía tiempo para demasiadas relaciones sociales por su cuenta.

Era una vida loca y frenética. Ella la había elegido. Era lo que quería. Aunque, desde hacía tres años, contaba con mucha ayuda. Un hada madrina inesperada.

Cuando se acercaba a sus amigos Helena, ellos están en media conversación.

--Las navidades en España son muy religiosas, ¿no? –comentaba Stella. Irlandesa, mirando con reacio sus doce uvas.

--Yo no creo en Dios. –Rezongó Renata mientras daba una calada a su cigarrillo.

--Yo creo en simuladores –terció Xosé.

Al acabarse su chupito de tequila, se permitió tomar un trago del margarita de Coco. Así era su confianza.

--¿Simuladores? –Preguntó Coco entre un halo de inocencia e interés.

--Según la teoría de las simulaciones se explica que una inteligencia superior del universo está dirigiendo todas nuestras acciones.

--Eso es igual que creer en Dios. Un Dios más cercano del que dice cualquier texto religioso. –Supuso Renata, a la que siempre le gustaba intentar comprender todo, aunque en el fondo sabía que tenía que aprender mucho más.

--Yo si creo en las simulaciones, para ciertos temas. –comentó Helena, una vez asentada con su caro vestido rojo largo pero que dejaba asomar una de sus largas piernas de modelo.

--Igualita que tu hermano –rio Stella, ajustándose a los hombros su mono sin mangas color gris satén.

--Vamos, ¿cuál es vuestro dilema? ¿Solucionar el mundo o vuestras vidas? Si la respuesta es lo segundo lo tenéis bien fácil ¡Sólo vosotros podréis arreglar vuestras vidas! Aunque podéis tener cierta ayuda –dijo Helena con diversión. Le encantaba provocar.

Se hizo un silencio. De Erasmus, en un campus de Ciencias de la Comunicación de Barcelona, se forjó la amistad entre Helena, Renata, Stella, Coco y Xosé. Entre meses de juegos y travesuras llegaba su primera complicación: la fiesta de Fin de Año en un local alquilado por otros estudiantes de Erasmus. Entre globos plateados y negros, espumillón a juego y focos retro, estaban reunidos ellos solos como una hermandad infranqueable en torno a una mesa de cristal con sus respectivas copas de cava catalán.

--¿A qué te refieres? Yo creo en Dios. –musitó con voz cantarina y aterciopelada, Coco. Ella podría pasar por la más sencilla de todos, impecable, con su vestido negro si no fuera por las joyas que tan bien había elegido como complementos y un peinado al estilo de su icono de moda: Audrey Hepburn.

--Te lo mostraré en un rato, si eres capaz, llegan las uvas, chicos. No os atragantéis.

Antes de lo esperado, la pantalla gigante del local se encendió mostrando a dos presentadores en Madrid, en La Puerta del Sol, anunciando las campanadas. Cada uno comió las uvas a su ritmo y pidió su propio deseo. Tras conseguir tragar las dichosas doce uvas, exclamaron:

--¡¡¡¡Feliz año nuevo!!!!

Coco y Helena realizaron un baile que hizo silbar, animándolas, a los más cercanos.  Coco, parisina de nacimiento, estudiaba a la vez que se presentaba a castings para poder ser actriz. Eran las dos de una esplendorosa belleza pero distinta a la vez. Había quienes las llamaban Marilyn y Audrey, en honor a las clásicas actrices. Helena, rubia y llamativa. Coco, morena, delgada y de rasgos clásicos envuelta en un halo de inocencia y elegancia parisinos. Desde pequeña, Coco dominaba varias lenguas. Se había criado en un ambiente cosmopolita. Gracias a sus padres, se había movido entre variopinta gente desde su nacimiento.

Stella sentía sobre todos ellos todas las miradas. Teniendo a Helena García como una de sus mejores amigas no era nada fuera de lo normal. La misma conocía mucha gente en el local y nada más llegar empezó a presentarle a los mejores amigos de su hermano, Xosé, a todo el mundo que se encontraba. Helena podía ser terca y arrogante a veces, pero conservaba un buen y humilde corazón.

Xosé y Renata eran los más tímidos del grupo y se limitaban a sonreír y contestar amablemente. A pesar de que Xosé era más comedido y callaba más.

Renata echó una nueva ojeada a redor. La decoración era divertida pero recargada. Le faltaba un toque de frescura. Sobre todo, teniendo en cuenta que los vestidos de Fin de Año de todos los presentes ya eran adornos en sí mismos. Quiso dejarse llevar y, tras alguna copa de cava, se sintió lista para empezar a mover el torso, aún sentada. Temía con toda su alma sus tacones caros.

Stella bailaba, cantaba y se divertía. Entonces, tras pasar un rato haciéndole ojitos a Héctor, le vio. Charlando animadamente junto a Marcos, el nuevo ligue de Helena, un muchacho de veintitantos, alto, de cabello oscuro perfectamente peinado, ojos que hasta en la distancia se veían verdes, nariz cincelada sobre unos labios gruesos y una maldita simetría facial que lucía con su cuerpo delgado pero fibroso. Se quedó unos segundos observándole hasta que él la miró con interés y no pudo evitar ponerse colorada. Ella ya era pelirroja y pecosa, lo cual era más que un engorro.

Helena se acercó a ella carcajeándose con la excusa de que Stella tenía una mancha en la cara. Más vergüenza para ella.

--Lo he visto. Te gusta.

--No sé de qué me hablas –quiso tratar Stella de parecer indiferente. No era precisamente la más ligona del grupo, con su cara regordeta llena de pecas y un cabello pelirrojo indomable. Sin embargo, solían catalogarla como belleza nórdica, cosa que como tantas le hacían enrojecer todavía más el rostro.

--Se llama Alfred, el mejor amigo de Marcos –explicaba descaradamente, Helena--.También está de Erasmus. Estudia periodismo pero también es modelo. ¿Sabías que ha desfilado en Cibeles? Es buen tipo y, ¿sabes lo mejor? Tengo su cartera porque se la ha dejado en el piso de Marcos esta noche, cuando tomábamos algo a media tarde y yo tenía que devolvérsela. ¿Quieres devolvérsela tú?

Alfred se convertiría en el mejor amigo de Stella en los siguientes diez años, tras un año como amigos con derechos. Pero ella aún no lo sabía.

Xosé bebía tranquilo, echando miradas a tíos posiblemente gays, sintiendo el hormigueo de su margarita en su cuerpo. Le encantaba la estampa que ofrecía con sus mejores amigos de Erasmus. Aún recordaba sus comienzos y ahora eran admirados por todos como los más prometedores en sus campos. Hasta Helena, relucía por si misma y ya se estaba convirtiendo en una Top Model a nivel mundial. Todos prometían por su talento.

--Aún quedan dos horas para la after party de mi amiga –resopló tras no obtener resultados en su cacería.

--¡¡Juguemos a algo!! –Gritó Helena.

--¿Por qué no jugamos a…?

--Callad, no me hagáis reír. ¿Queréis jugar a un juego de verdad de la vida?

Los estudió ella. Ninguno era ningún pusilánime. Todos tenían talento. Les estaba haciendo un favor. El mejor favor de sus vidas, aunque tardarían en enterarse.

--Podemos seguirte. Yo no estoy tan borracho, ellas… --terció Xosé mirando a sus espléndidas amigas que, tal y como el afirmaba, ya se las notaba achispadas.

Helena rio con seguridad pero se ganó su atención.

--Os hablo de un juego con el que tenéis poco que perder pero mucho que ganar. Más de lo que os imagináis.

--¿Qué ganaríamos? –Inquirió Renata.

--Os daré una pista. ¿Cuáles son vuestros propósitos de Año Nuevo?

--Dejar de fumar –se carcajeó Renata.

--Adelgazar cinco quilos y entrar en la 36.—dijo Stella.

--No me refiero a eso. Me refiero a vuestros mayores sueños –insistió Helena, algo frustrada por la falta de colaboración.

--Es imposible que salga de esa hamburguesería mientras me pago la carrera –dijo Xosé.

--Igual que es imposible que mejore mi español con esas lagartas de compañeras de piso –opinó Coco en un susurro de incomprensión--.Yo sólo sueño con aparecer alguna vez en una gran pantalla.

--Si alguien quisiera ver mi desastre de fotografías… --se quejaba Xosé.

--Yo pienso centrarme en pequeños objetivos. Si los conviertes en hábito pueden convertirse en grandes objetivos cumplidos –afirmó Stella con rotundidad. Era una optimista redomada. --Tú ya has cumplido tus sueños por todos y no trates de presumir más. Tienes talento.

Helena quiso hacerse la molesta y esbozó una sonrisa amplia y amable.

--¡Es totalmente una locura. De Santiago de Compostela a desfilar en Victoria Secret! –exclamó, con admiración, Coco.

--Y vosotros también tenéis talento. Ellos lo verán. ¿Vamos a la feria?

--¿Ellos? –Xosé se mostró escéptico.

Helena se calló, impasible, pero imponente como ella era. Sus colegas cambiaron una ojeada pero sabían que ante las resoluciones de Helena García poco había que hacer. De medidas perfectas, alta, rubia y de ojos azules grisáceos; Helena era una modelo en auge en España, y ahora en el mundo. Algunos medios ya la conocían como Helena de Troya como metáfora por el famoso personaje de la Ilíada, del mismo nombre y que era famosa por ser la más bella del mundo.

--Venid.

Como un resorte, todos se dispusieron a tomar sus abrigos, chaquetones, blazers. La música del local todavía no había cesado y se prometía lo mejor del evento pero Helena los arrastró a la feria que estaba a dos calles, en una explanada lo suficientemente ancha para albergar ciertas atracciones sencillas.

Se dejaron guiar por su amiga entre risitas y grititos de emoción, intriga y celebración. El ambiente a su alrededor no era menor, sobresaliendo las carcajadas y canciones de la gente que en su mayoría ya estaba ebria.

--Siempre haces lo mismo. Te pones enigmática y tengo que acertar cuando nunca acierto.

--Calma hermano. El acertijo es para todos. No va a ser sólo para ti.

--¿Tenemos que adivinar? –Inquirió Coco, entre una risita tonta.

--¿Qué pensáis que os voy a ofrecer?

--Drogas.

--Dinero.

--Un polvo.

Helena rio ante las ocurrencias de sus mejores amigos.

--Estáis cerca.

--¿Una beca Robbinson?

--También aciertas.

--Te estás quedando con nosotros –rio Renata.

--Os ofrezco todo a la vez… y muchas más cosas.

Se les iluminaba la cara ante sus palabras. Era como prometer la cura del cáncer.

--¿Qué pretendes? –Preguntó Stella, la única reacia a aquellas palabras--¿Estás tan borracha?

--Venid conmigo. Tan solo seguidme.

--¿Mil polvos?

--¿El Euromillón?

--¡Un pullitzer!

--Matarme de sobredosis… paso.

--Vamos, damas y caballero. Los borrachos sois vosotros. No tengo el premio todavía.

--Soy la única sobria. Todo me parece absurdo –insistía Stella.

--Todavía no lo sabes. Pero, en cuanto nos acerquemos, serás la primera en saberlo.

--Helena, pinta mal pero cuenta conmigo.

Renata la abrazó y, en el intento, se tambaleó.

--Chicos, escuchadme, ¿seguro que no queréis saber cómo empezó mi éxito?

--Ni que fueras para tanto, chica.

Xosé puso los ojos en blanco.

--Acabo de firmar con la mayor empresa de lencería del mundo.

--Siempre has tenido buen tipo.

--Vamos, no seáis jóvenes y absurdos.

--Venga, moved el culo, no sé si está borracha o drogada pero promete ser divertido –los animó Renata.

--¿Por qué no hacemos selfies? Un collage recordando nuestro primer fin de año juntos en Barcelona –preguntó Stella cuando salían del local.

--Está bien. Os enseñaré mi secreto de fotografía si accedéis ir a la feria conmigo.

Se sacaron cincuenta fotos, como mínimo Iban aprendiendo en el acto. Helena les enseñaba ángulos y poses pero, hasta que todos los cinco salieron bien en una a la vez, no se dieron por vencidos. Si no fuera por los consejos, su collage de la noche se sería un conjunto de fotos de cada uno borracho posando como si fueran buscados o presos.

--Ojalá esto me diera para un book digno del pullitzer.

--Parad ya. Lloriqueáis como niños pequeños quejándoos de vuestros sueños frustrados y vidas sin perspectiva. Tenéis que tomar acción. Como me habéis hartado, os mostraré algo que me moría de ganas de enseñar a alguien. Seréis los afortunados.

--¿Está borracha?

Renata reía, primera a la cabeza de la fila de camino a la feria.

--Ya he conseguido mi primer “beauty contract”. Contrato de belleza. No os puedo revelar la empresa. Pero, antes de que me felicitéis, os diré mi secreto.

Helena a veces pecaba de arrogante. Sus más cercanos se lo perdonaban por su buen corazón.

--No. Nunca lo adivinaríais. Este trabajo es difícil. La gente no ve lo que haces bien, solo lo que haces mal, a no ser… que seas una chica con suerte, como yo. Gracias a un pacto.

Helena se puso a jugar con una lata de su cerveza vacía. Xosé sacó una cámara no profesional pero decente, debido a ser la noche de Fin de Año.

--¿Puedes seguir haciendo eso? –Le preguntó a Helena.

Su hermano le sacó una foto sin esperar respuesta.

--Lo natural es arte.

Xosé se encogió de hombros. Helena tiró la lata y respiró profundo.

--Todos tenéis talento. Os ayudarán a conseguir vuestros más ansiados sueños. ¿Me seguís? Hay que ir a la feria antes que a la fiesta.

Resoplidos, murmullos. Nadie quería moverse más lejos de cien metros de la calle, donde estaban invitados a una de las mejores fiestas internacionales de la zona Erasmus. Sin embargo, aquella afirmación sonaba tremendamente plausible, aunque nadie la creyó ni por un momento. Helena, en cambio, parecía entusiasmada en lo que estaba ofreciendo a sus amigos. Jugar a un estúpido juego de sangre con alguna especie de bruja no parecía fuera de lugar en aquel momento de la borrachera.

Estaban listos para irse así que prosiguieron el camino. De vez en cuando, el cielo oscuro sin nubes asomaba estrellas cada una más brillante que la otra. Mientras marchaban, Coco miraba en torno con mirada borrosa debido al alcohol. Tenía la impresión de que olvidaba algo. O que algo no iba del todo bien. Su intuición no solía fallar.

Helena era como un planeta y ellos sus lunas. Los arrastraba como la gravedad, siempre en su órbita.

--Sé que estoy siendo demasiado misteriosa pero os agradará lo que veréis –rompió el silencio Helena cuando se adentraban en la feria--.Si este fuera el último día de nuestras vidas… ¿sería así como querríamos vivirlo? Debemos amar lo que hacemos. Perseguir nuestros sueños. Yo acepto el trato.