domingo, 23 de septiembre de 2018

Capítulo 22 "El camino que nadie nombra"


22

Debemos deshacernos de los cuerpos así que los tiramos al mar. Después salimos directos a la tienda de campaña de Dani. No podemos correr porque levantaríamos sospechas. En lugar de eso, caminamos con paso apurado atravesando el campamento. La noche está aparentemente tranquila y todavía se ve a algún soldado paseando que aún no ha entrado a dormir en su correspondiente tienda.
Mi corazón palpita muy rápido y en mi mente solo  pienso en huir de aquí. Si el plan ya me parecía descabellado antes, ahora me parece una misión suicida y sin apenas probabilidades de éxito. Creo que deberíamos huir todos, aprovechando que todo está en calma y disponemos de tres barcos en el muelle. Quiero gritárselo a Dani, ya que en estos momentos no soy capaz de intentar decir algo sin gritar, pero sé que no puedo. No podemos levantar sospechas si queremos que todo salga bien.
Nubes solitarias aparecen en el cielo ocultando, de vez en cuando, la luna haciendo que reine la penumbra en el ambiente apenas iluminado por antorchas. Al llegar a la tienda, ahí están todos, que hasta parecen aburridos. Se quedan mirándonos cuando llegamos y rápidamente, se ponen alerta al vernos sudorosos, intranquilos y con manchas de sangre.
—¿Qué ha ocurrido? —Pregunta con una inquieta serenidad la presidenta.
Dani cuenta todo con fría calma, pero aun siendo visible su abatimiento. Al finalizar su relato, todos permanecen unos instantes en silencio. Me acerco a Marc, que pone su brazo sobre mis hombros para tranquilizarme.
—Ha llegado el momento de nuestra misión —concluye, finalmente, la presidenta.
—O de huir —intervengo histérica—. ¡Es imposible que salga bien!
—Lo votaremos —decide la presidenta—. Aquellos que estén a favor de realizar el plan que digan “si”. Los que estén en contra que digan “no”.
Pongo los ojos en blanco, impaciente.
—No podemos perder el tiempo —insisto.
—Luchamos por una democracia, Miranda. Como tal, debemos elegir lo que haremos como se hace en una democracia. ¿O es que quieres imponernos tus decisiones?
No digo nada. Me limito a cruzar los brazos y contemplo, horrorizada, como todos van diciendo que “sí”; uno a uno. Así que acabo pensando que no puedo resistirme y oponerme a todos. Si todos deciden realizarlo será porque realmente es necesario y, de hecho, lo es. Es la única oportunidad que tendrá el mundo para acabar con la injusticia y crueldad de la dictadura de Lanan. Y, de todas formas, así lo he elegido: morir con mis seres queridos. Al menos, la decisión de llevar a cabo este plan es lo que me ha traído hasta ellos. Así pues, ante el asombro de todos, contesto:
—Sí.
—Bien. Iremos —concluye la presidenta.
—Es cierto de que casi no tenemos probabilidades de salir con vida —interviene Amalia. La soldado de cabello corto, color azabache.
—Necesitamos una nueva estrategia —dice Pedro.
—Que la vista de Conan esté en otro lado y no en nosotros —añade Dani, pensativo.
—Una maniobra de distracción —responde Paolo. Dani lo mira con aprobación. Sigo pensando que estos dos se entienden muy bien—. ¿Qué se os ocurre?
—Fingiremos que los barcos provienen de soldados de Hafix, que Hafix está atacando —contesta el general John—. Yo mismo iré en cabeza.
Entonces reparo que el elixir ha dejado de hacer efecto y cada uno vuelve a tener su verdadera apariencia física. Miro mis manos y me alegra reconocerlas como mías.
—Bien pensado, general —lo apoya Paolo—. Pero no sería creíble que el mismísimo general de Hafix atraque en el campamento de Lanan en un pequeño barquito de madera… Yo sí puedo ir. Soy de Hafix y soy brujo. De mí no sospecharían una trampa.
—Tarde o temprano sospecharán de una trampa pero nos dará tiempo —afirma Dani.
—Me ofrezco voluntaria —dice con voz firme Clarisa—. También soy de Hafix.
—Yo lo haría —interviene Henry—. Pero…
—Te necesitamos para captar las señales de televisión y deshacer el inhibidor de magia —dice tranquila la presidenta.
—Me apunto, aunque yo no sea de Hafix —dice Amalia.
—Bien, con uno más supongo que llegará —tercia Paolo con voz queda.
—Yo —finaliza Robin.
—Tened claro que lo más probable es que os capturen —les dice Dani—. No creo que os quieran ver muertos tan pronto, antes intentarán sacaros información. Pero siempre podéis huir en el barco. Cosa que nosotros no podremos hacer.
—Más peligroso es lo que tenéis que hacer vosotros —gruñe Paolo dando una manotada en el aire, como quitando importancia a la situación.
—Coged el armamento que necesitéis de mi tienda. Pero sed discretos, no queremos alertar a todo el campamento o tendréis a todo un ejército encima de vosotros —aconseja Dani muy serio.
—Vendrán a buscarte, Dani —dice Paolo.
—Me buscarán y no me encontrarán. Para cuando averigüen donde estoy espero estar degollando a Conan.
Sin más dilaciones, nos disponemos a partir. Cada uno a su respectivo destino. Nos camuflamos todos con ropas de soldado y unas capas que nos tapen hasta el rostro, pero de manera que el uniforme sí es visible. No estoy conforme con que nos acompañen Tom y Marc, que no tienen experiencia militar pero sé que no tienen dónde ocultarse y que irán a por ellos de todas formas.
La primera fase del plan transcurre muy deprisa. Avanzamos rápidamente atravesando el campamento y el bosque con el que linda. Nos sumergimos en los verdes árboles en un paraje muy tranquilo. Ni por asomo se parece a los bosques de Daos. Pero sigo sin estar tranquila, esperando a que en cualquier momento aparezca el peligro.
Sin embargo, no aparece y llegamos a la fortaleza donde se encuentra el presidente Conan sin obstáculos. Está en una árida explanada situada en un claro del bosque. El cielo nublado no permite verla con claridad pero se visualiza que es de piedra y no muy grande, con dos torres a lo alto. En ella hay ventanas con luces y nos disponemos a esperar.
Permanecemos en silencio, expectantes. De pronto, diez hombres salen de sus puertas. Están ataviados con unos uniformes militares que nunca había visto. Son de color escarlata y la coraza los protege hasta los tobillos.
—¿Sólo irán esos diez a por ellos? —pregunta Tom en un susurro. Se trata de la curiosidad de Tom que conozco de sobra. Siempre tiene que saberlo todo.
—Como el ataque es leve Conan querrá mandar a guerreros de confianza antes de alertar al resto —explica Dani, también en susurros—. Se trata de su brigada especial y son los que nos darían más problemas.
—Henry, es el momento —dice la presidenta.
Henry se levanta, dispuesto, y se dirige a nuestra izquierda. Otra vez debemos esperar a que llegue la señal de Henry de que las cámaras están conectadas a la red de televisión de Hafix y que el inhibidor de magia está desactivado.
Todo parece durante la siguiente media hora muy tranquilo. Sin embargo, nosotros permanecemos quietos en nuestras posiciones sin hacer ruido ni mediar palabra. De repente, un soldado de la brigada especial llega a la fortaleza y otro sale de la puerta.
—Eran atacantes de Hafix. Todos muertos menos un viejo —le dice.
Me da un vuelco al corazón. Todos muertos… El superviviente está claro que es Paolo. ¿Quién si no? Él es un eterno superviviente. Haber pasado tanto tiempo en Daos lo demuestra. Dani tiene que taparme la boca para que no diga su nombre, que casi se me escapa. Pero no dejo de pensar que el resto han caído. Ellos lo tenían más fácil que nosotros… entonces, ¿cómo lo conseguiremos? Vuelvo a pensar que no saldremos de aquí con vida. ¿Y qué le harán a Paolo para sacarle información? Sé que no dirá nada pero no quiero que le ocurra nada malo.
El soldado regresa al campamento y su interlocutor vuelve a entrar en la fortaleza. Precisamente en ese instante, llega la señal de Henry.
—Vamos —nos insta Dani, firme.
Todos nos cogemos de la mano para que tanto el general John como yo nos teletransportemos, llevando con nosotros al resto, al interior de la fortaleza. Me cuesta concentrarme pero cierro los ojos con fuerza y visualizo cómo debe ser el interior de ese recinto. Al final, aparecemos en un corredor de piedra con seis puertas de hierro color plata. No creo haber sido yo la verdadera artífice del teletransporte, sino que ha sido obra del poder del general John, mucho más entrenado que yo. Al fin y al cabo, él nunca ha tenido que ocultar sus poderes.
Estoy muy asustada y no por mí. Desde el principio quienes realmente me han importado han sido mis seres queridos y hasta he arriesgado mi vida entrando en Daos por ellos, por salvarlos, por verlos una última vez… No puedo evitar que Dani y Pedro sigan adelante, pero por lo menos puedo intentar salvar a Marc y a Tom.
—Marc y Tom se quedan aquí, vigilando —ordeno como si se tratara de una condición inquebrantable—. Si las cosas salen mal huirán al muelle e irán en un barco a Hafix.
—¿Qué?
—No.
No presto atención a sus quejas, sino que miro firme a mi hermano y a la presidenta.
—Está bien. Tienes razón —cede Dani, taladrándome con esa mirada que conozco tan bien. Sé que me ha entendido—. Quedaos por aquí montando guardia —les ordena—. Si no nos veis en dos horas huid como ha dicho Miranda.
—Lo siento tanto —musito con lástima y le doy un gran beso a Marc. Él me lo devuelve con fuerza y sé que me ha perdonado.
—Nunca podré librarme de que dejes de intentar salvarme la vida —me dice con cariño, acariciándome el cabello.
—Jamás.
Le doy un abrazo a Tom y me despido de ellos, tal y como merecen. Y se dirigen hasta las escaleras del corredor para montar guardia. Una parte de mí quiere salir corriendo con ellos y huir a Hafix. Pero la otra se aferra a Dani y a Tom y sé que nunca me perdonaría dejarlos luchar contra el presidente sin mí. Sin embargo, comienza a nacer en mí el ansia de asesinar yo misma a Conan. Por su culpa he vivido toda mi vida ocultando mis poderes, por su culpa todos mis seres queridos tuvieron que partir a la guerra, por su culpa he tenido que atravesar Daos y casi muero en decenas de ocasiones.
Quiero matar a Conan.
Abandono mi afán de protección y de aferrarme a la vida y, con un nuevo y único deseo en mente, sigo al equipo hasta una puerta que se encuentra en el fondo del corredor. A pesar de que allí dentro es donde se encuentra el ser que más odio en el mundo, no parece hacer alarde de que así sea. Es muy sencilla y no tiene ningún adorno en especial. Nada ostentoso como en Lanan.
—Empieza el teatro —susurra Dani sin apenas mover los labios.
Dani debe fingir que viene a alertar a Conan sobre el ataque de Hafix. Como siempre ha confiado en él es nuestra mejor baza.
—¡Señor Presidente! —Grita con voz potente—. ¡Traigo noticias del ataque!
La puerta se abre lentamente y llega la primera flecha. Dani la para con su mano; pero entonces, llega la segunda, que le abre una herida en un brazo. Veo la sangre deslizarse por el brazo de mi hermano. El corte no parece grave pero lo que realmente me alerta es el olor a veneno.
—Dani, presidenta Laria de Hafix y compañía —dice desde dentro una voz suave y educada que es la del presidente Conan—. Pasad, os estaba esperando.




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