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Le
hizo la síntesis de los detalles más relevantes de la muerte y de su contexto.
Todo apuntaba al mismo lugar. La guerra era como una cloaca que se hubiese cerrado,
pero aún había ratas escapando por las rendijas. Los combatientes del reino
enemigo supervivientes se resistían. Irial había logrado una gran victoria. Aún
siendo aclamada por todos, podía desenvolver un papel final que le venía como
anillo al dedo. Investigar de incógnito, con su antigua identidad, el crimen en
el ducado de Ruña.
—Varister
aún está de por medio. Otra vez me mandáis como cebo a ese rebelde.
—Por
favor, tómame en serio –contestó muy recio el rey—. Varister seguirá siendo una
amenaza hasta que por fin tenga su cabeza de trofeo. Y tú eres una de sus
debilidades.
Se
sintió avergonzada. Sopesó las implicaciones de lo que acababa de oír. No sólo
por la gravedad de los hechos, sino por lo que le atañía a ella misma. Varister
era un asunto personal para ella. Uno de los grandes dirigentes del bando
enemigo que seguía vivo y oculto. Tan sólo llegaría el momento de darle muerte
y la guerra habría puesto su verdadero punto y final. Le habían puesto un gran
precio a su cabeza pero ni los cazarrecompensas más experimentados eran tan
diestros como él en combate. Debía ser alguien muy hábil en la batalla quien
consiguiera darle muerte y Laie se lo tomaba como un capricho suicida propio.
—¿Hay
alguien que haya cantado? –Preguntó la joven, cambiando de tema.
—Uno
cantó. Le mataron. Ahora tenemos nuestras sospechas.
Hizo
una floritura con la mano desdeñosa.
—Migajas
para ellos.
—Migajas
para nosotros. Para vosotros. Para ti.
—¿Qué
quieres decir?
—Que
no será un gran esfuerzo para la gran Irial.
—Así
me llaman en el país entero. No será así en Ruña.
—Será
mejor para tu investigación que ignoren quién eres en realidad. Los ignorantes
no son conscientes de los barrotes que los encarcelan
—Y
no pensar. Yo estuve mucho tiempo encarcelada —–divagó Laie mientras cavilaba
su decisión. En Ruña ya no es que fuera una más del montón, es que siempre
había sido despreciada. No esperaba un buen recibimiento.
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