martes, 17 de noviembre de 2020

Fragmento del PRÓLOGO de LABERINTO DE PODER.

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Le hizo la síntesis de los detalles más relevantes de la muerte y de su contexto. Todo apuntaba al mismo lugar. La guerra era como una cloaca que se hubiese cerrado, pero aún había ratas escapando por las rendijas. Los combatientes del reino enemigo supervivientes se resistían. Irial había logrado una gran victoria. Aún siendo aclamada por todos, podía desenvolver un papel final que le venía como anillo al dedo. Investigar de incógnito, con su antigua identidad, el crimen en el ducado de Ruña.

—Varister aún está de por medio. Otra vez me mandáis como cebo a ese rebelde.

—Por favor, tómame en serio –contestó muy recio el rey—. Varister seguirá siendo una amenaza hasta que por fin tenga su cabeza de trofeo. Y tú eres una de sus debilidades.

Se sintió avergonzada. Sopesó las implicaciones de lo que acababa de oír. No sólo por la gravedad de los hechos, sino por lo que le atañía a ella misma. Varister era un asunto personal para ella. Uno de los grandes dirigentes del bando enemigo que seguía vivo y oculto. Tan sólo llegaría el momento de darle muerte y la guerra habría puesto su verdadero punto y final. Le habían puesto un gran precio a su cabeza pero ni los cazarrecompensas más experimentados eran tan diestros como él en combate. Debía ser alguien muy hábil en la batalla quien consiguiera darle muerte y Laie se lo tomaba como un capricho suicida propio.

—¿Hay alguien que haya cantado? –Preguntó la joven, cambiando de tema.

—Uno cantó. Le mataron. Ahora tenemos nuestras sospechas.

Hizo una floritura con la mano desdeñosa.

—Migajas para ellos.

—Migajas para nosotros. Para vosotros. Para ti.

—¿Qué quieres decir?

—Que no será un gran esfuerzo para la gran Irial.

—Así me llaman en el país entero. No será así en Ruña.

—Será mejor para tu investigación que ignoren quién eres en realidad. Los ignorantes no son conscientes de los barrotes que los encarcelan

—Y no pensar. Yo estuve mucho tiempo encarcelada —–divagó Laie mientras cavilaba su decisión. En Ruña ya no es que fuera una más del montón, es que siempre había sido despreciada. No esperaba un buen recibimiento.


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