viernes, 29 de agosto de 2014

El océano


¿Quién no ha experimentado nunca la sensación de observar el vaivén del oleaje del océano y no ha sentido la sensación de perder el control de los pensamientos concluyendo en unos instantes de mente en blanco y relajación? Eso mismo me ha ocurrido a mí hoy en el paseo marítimo de A Coruña.

Contemplando la inmensidad del océano Atlántico he sentido a la humanidad pequeña, no sólo a mí misma, sino a toda la población humana. El hombre es soberbio y se cree ya dueño del planeta pero los verdaderos dueños de La Tierra son los elementos: agua, tierra, aire y fuego. Creemos que los hemos domesticado, como ya hemos hecho con los seres vivos que comparten nuestro hábitat, mas somos necios por tener ese pensamiento. Los elementos todavía pueden con nosotros, sobre todo el océano. El ser humano no ha sido todavía capaz de controlar el océano, sino que el mar nos domina a nosotros con su inmensidad, influencia y belleza. Su oleaje es como el peligroso canto de la sirena que nos atrae a pesar de ser fatal.

Hoy en día la sociedad nos quiere hacer creer que hemos evolucionado, que hemos logrado lo inalcanzable pero el océano está ahí para recordar al hombre que debemos mejorar. Pues no somos dueños del planeta y por muy poderosos que nos sintamos, irrevocablemente nos encontramos con los fenómenos naturales que pueden con toda la humanidad si se lo proponen en cuestión de segundos. Por mucho que esta sociedad nos quiera hacer creer que todo está bien debemos ser conscientes de que no es así. Todavía existen innumerables injusticias y desgracias en todo el mundo de las que queremos deshacernos olvidándonos de ellas.

La sociedad actual es como el océano. Exteriormente parece bella pero esconde infinitos secretos en sus profundidades.

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