Desierto de cuatro estaciones.
Juglares narran las gesta en sus canciones.
Del freno del palpitar del corazón inmortal.
Tras su orden, sus expectativas sin moral
Y la exigencia lo desbordaban y ofendido
Se regodeó en el colapso del alarido
Del rayo atronador que dividió dos almas
En senderos bifurcados
De caminos alejados.
Destinadas a no ser halladas.
Juntas.
Sin haber pasado pruebas,
Ideadas,
De su creador famosa mente oculta.
Selva.
Verano ardiente
Desde el Egeo a Oriente.
Un hormigueo de placer.
¿Será la musa, la ninfa, la inspiración?
Afrodita y cupido otorgaron su amor
A Dioniso y Poseidón.
Como fruto.
Una ebria ménade y una sobria náyade.
Creadas de pasiones paganas.
Divinas ardientes ya llamas menguadas.
Sabana.
La ménade danza.
Pisadas ligeras, contorsiones grotescas.
Sonrisa zalamera creada por un alcohol que todo lo camufla
Y el humo,
Entonando un canto mudo.
Ensombreciendo y atenuando al ser embriagado por horas.
El árbol solitario abandona su disfraz de frondosas hojas.
Se abriga entre la gélida brisa sin poder emerger cual lucero.
Sentada en su tronco, fue vista por los festejos
Por su creador alentada: Dioniso.
Dios del ocio y del vino.
Jungla. Una primavera consternada por el alivio
De ser floreada.
Náyade en las profundidades sumergida.
Buscando un alma amiga.
Animal contra animal.
Homo hominis lupos.
De las adversidades derivan vulnerabilidades, no
debilidades.
Quería ser vista, oída.
Neptuno la encadena bajo las ondas de mares, ríos,
Cascadas, manantiales.
Ni su risa ni llanto,
A escuchar lograban navíos empavesados.
Playa. Otoño en ocaso de luces
Encendidas y apagadas.
Se alumbran las sombras de sus caminos.
Ambas ninfas se topan en la orilla. Pies descalzos bañados
Por espuma contra pies magullados por duras arenas helenas.
La intrusa que miraba a la tierra.
La que hacia el mar se veía arrastrada.
Azul y perla su barrera.
Ménade entendía a Náyade.
Náyade sentía a Ménade.
En un abrazo se fundieron.
Se tocaron hielo y viento
Resonando el silencioso
Crepúsculo extinto con rayo de oro
Como chispas menguando a fuego lento.
Se desvanecieron en el firmamento.
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