martes, 28 de septiembre de 2021

PRÓLOGO NUEVO PROYECTO "TEN MUCHO CUIDADO CON LO QUE DESEAS" (1ª parte)

 

PRÓLOGO

31/12/2008

Helena notaba las miradas. Las de envidia o admiración, de ellas. Las de deseo o miedo, de ellos. La gente sólo veía la parte más glamurosa de ser modelo. Sus peinados, su maquillaje, sus vestidos. Ella se lo había trabajado. Ser modelo significaba entrenar todos los días siguiendo una estricta dieta que le impedía tocar aquel día el turrón o los bombones que les pusieron como obsequio en su mesa de noche en la fiesta de Fin de Año de un local Erasmus de Barcelona

. Lo más duro era sin duda, no poder ver a tu familia el tiempo que desearías. Más aún, no poder formar la familia que desearías. Muchas modelos se veían amenazadas por tener que abandonar su carrera tras un embarazo. Tenía suerte de que su hermano pequeño, Xosé, fuese fotógrafo y se moviera a menudo entre sus círculos. Por otro lado, no quería renunciar a sus estudios. Así fue que estaba en su último año de Ciencias de La Comunicación donde indujo a estudiar también allí a su hermano. También, de ahí, que fuese tan amiga de las amigas de su hermano. Ella misma no tenía tiempo para demasiadas relaciones sociales por su cuenta.

Era una vida loca y frenética. Ella la había elegido. Era lo que quería. Aunque, desde hacía tres años, contaba con mucha ayuda. Un hada madrina inesperada.

Cuando se acercaba a sus amigos Helena, ellos están en media conversación.

--Las navidades en España son muy religiosas, ¿no? –comentaba Stella. Irlandesa, mirando con reacio sus doce uvas.

--Yo no creo en Dios. –Rezongó Renata mientras daba una calada a su cigarrillo.

--Yo creo en simuladores –terció Xosé.

Al acabarse su chupito de tequila, se permitió tomar un trago del margarita de Coco. Así era su confianza.

--¿Simuladores? –Preguntó Coco entre un halo de inocencia e interés.

--Según la teoría de las simulaciones se explica que una inteligencia superior del universo está dirigiendo todas nuestras acciones.

--Eso es igual que creer en Dios. Un Dios más cercano del que dice cualquier texto religioso. –Supuso Renata, a la que siempre le gustaba intentar comprender todo, aunque en el fondo sabía que tenía que aprender mucho más.

--Yo si creo en las simulaciones, para ciertos temas. –comentó Helena, una vez asentada con su caro vestido rojo largo pero que dejaba asomar una de sus largas piernas de modelo.

--Igualita que tu hermano –rio Stella, ajustándose a los hombros su mono sin mangas color gris satén.

--Vamos, ¿cuál es vuestro dilema? ¿Solucionar el mundo o vuestras vidas? Si la respuesta es lo segundo lo tenéis bien fácil ¡Sólo vosotros podréis arreglar vuestras vidas! Aunque podéis tener cierta ayuda –dijo Helena con diversión. Le encantaba provocar.

Se hizo un silencio. De Erasmus, en un campus de Ciencias de la Comunicación de Barcelona, se forjó la amistad entre Helena, Renata, Stella, Coco y Xosé. Entre meses de juegos y travesuras llegaba su primera complicación: la fiesta de Fin de Año en un local alquilado por otros estudiantes de Erasmus. Entre globos plateados y negros, espumillón a juego y focos retro, estaban reunidos ellos solos como una hermandad infranqueable en torno a una mesa de cristal con sus respectivas copas de cava catalán.

--¿A qué te refieres? Yo creo en Dios. –musitó con voz cantarina y aterciopelada, Coco. Ella podría pasar por la más sencilla de todos, impecable, con su vestido negro si no fuera por las joyas que tan bien había elegido como complementos y un peinado al estilo de su icono de moda: Audrey Hepburn.

--Te lo mostraré en un rato, si eres capaz, llegan las uvas, chicos. No os atragantéis.

Antes de lo esperado, la pantalla gigante del local se encendió mostrando a dos presentadores en Madrid, en La Puerta del Sol, anunciando las campanadas. Cada uno comió las uvas a su ritmo y pidió su propio deseo. Tras conseguir tragar las dichosas doce uvas, exclamaron:

--¡¡¡¡Feliz año nuevo!!!!

Coco y Helena realizaron un baile que hizo silbar, animándolas, a los más cercanos.  Coco, parisina de nacimiento, estudiaba a la vez que se presentaba a castings para poder ser actriz. Eran las dos de una esplendorosa belleza pero distinta a la vez. Había quienes las llamaban Marilyn y Audrey, en honor a las clásicas actrices. Helena, rubia y llamativa. Coco, morena, delgada y de rasgos clásicos envuelta en un halo de inocencia y elegancia parisinos. Desde pequeña, Coco dominaba varias lenguas. Se había criado en un ambiente cosmopolita. Gracias a sus padres, se había movido entre variopinta gente desde su nacimiento.

Stella sentía sobre todos ellos todas las miradas. Teniendo a Helena García como una de sus mejores amigas no era nada fuera de lo normal. La misma conocía mucha gente en el local y nada más llegar empezó a presentarle a los mejores amigos de su hermano, Xosé, a todo el mundo que se encontraba. Helena podía ser terca y arrogante a veces, pero conservaba un buen y humilde corazón.

Xosé y Renata eran los más tímidos del grupo y se limitaban a sonreír y contestar amablemente. A pesar de que Xosé era más comedido y callaba más.

Renata echó una nueva ojeada a redor. La decoración era divertida pero recargada. Le faltaba un toque de frescura. Sobre todo, teniendo en cuenta que los vestidos de Fin de Año de todos los presentes ya eran adornos en sí mismos. Quiso dejarse llevar y, tras alguna copa de cava, se sintió lista para empezar a mover el torso, aún sentada. Temía con toda su alma sus tacones caros.

Stella bailaba, cantaba y se divertía. Entonces, tras pasar un rato haciéndole ojitos a Héctor, le vio. Charlando animadamente junto a Marcos, el nuevo ligue de Helena, un muchacho de veintitantos, alto, de cabello oscuro perfectamente peinado, ojos que hasta en la distancia se veían verdes, nariz cincelada sobre unos labios gruesos y una maldita simetría facial que lucía con su cuerpo delgado pero fibroso. Se quedó unos segundos observándole hasta que él la miró con interés y no pudo evitar ponerse colorada. Ella ya era pelirroja y pecosa, lo cual era más que un engorro.

Helena se acercó a ella carcajeándose con la excusa de que Stella tenía una mancha en la cara. Más vergüenza para ella.

--Lo he visto. Te gusta.

--No sé de qué me hablas –quiso tratar Stella de parecer indiferente. No era precisamente la más ligona del grupo, con su cara regordeta llena de pecas y un cabello pelirrojo indomable. Sin embargo, solían catalogarla como belleza nórdica, cosa que como tantas le hacían enrojecer todavía más el rostro.

--Se llama Alfred, el mejor amigo de Marcos –explicaba descaradamente, Helena--.También está de Erasmus. Estudia periodismo pero también es modelo. ¿Sabías que ha desfilado en Cibeles? Es buen tipo y, ¿sabes lo mejor? Tengo su cartera porque se la ha dejado en el piso de Marcos esta noche, cuando tomábamos algo a media tarde y yo tenía que devolvérsela. ¿Quieres devolvérsela tú?

Alfred se convertiría en el mejor amigo de Stella en los siguientes diez años, tras un año como amigos con derechos. Pero ella aún no lo sabía.

Xosé bebía tranquilo, echando miradas a tíos posiblemente gays, sintiendo el hormigueo de su margarita en su cuerpo. Le encantaba la estampa que ofrecía con sus mejores amigos de Erasmus. Aún recordaba sus comienzos y ahora eran admirados por todos como los más prometedores en sus campos. Hasta Helena, relucía por si misma y ya se estaba convirtiendo en una Top Model a nivel mundial. Todos prometían por su talento.

--Aún quedan dos horas para la after party de mi amiga –resopló tras no obtener resultados en su cacería.

--¡¡Juguemos a algo!! –Gritó Helena.

--¿Por qué no jugamos a…?

--Callad, no me hagáis reír. ¿Queréis jugar a un juego de verdad de la vida?

Los estudió ella. Ninguno era ningún pusilánime. Todos tenían talento. Les estaba haciendo un favor. El mejor favor de sus vidas, aunque tardarían en enterarse.

--Podemos seguirte. Yo no estoy tan borracho, ellas… --terció Xosé mirando a sus espléndidas amigas que, tal y como el afirmaba, ya se las notaba achispadas.

Helena rio con seguridad pero se ganó su atención.

--Os hablo de un juego con el que tenéis poco que perder pero mucho que ganar. Más de lo que os imagináis.

--¿Qué ganaríamos? –Inquirió Renata.

--Os daré una pista. ¿Cuáles son vuestros propósitos de Año Nuevo?

--Dejar de fumar –se carcajeó Renata.

--Adelgazar cinco quilos y entrar en la 36.—dijo Stella.

--No me refiero a eso. Me refiero a vuestros mayores sueños –insistió Helena, algo frustrada por la falta de colaboración.

--Es imposible que salga de esa hamburguesería mientras me pago la carrera –dijo Xosé.

--Igual que es imposible que mejore mi español con esas lagartas de compañeras de piso –opinó Coco en un susurro de incomprensión--.Yo sólo sueño con aparecer alguna vez en una gran pantalla.

--Si alguien quisiera ver mi desastre de fotografías… --se quejaba Xosé.

--Yo pienso centrarme en pequeños objetivos. Si los conviertes en hábito pueden convertirse en grandes objetivos cumplidos –afirmó Stella con rotundidad. Era una optimista redomada. --Tú ya has cumplido tus sueños por todos y no trates de presumir más. Tienes talento.

Helena quiso hacerse la molesta y esbozó una sonrisa amplia y amable.

--¡Es totalmente una locura. De Santiago de Compostela a desfilar en Victoria Secret! –exclamó, con admiración, Coco.

--Y vosotros también tenéis talento. Ellos lo verán. ¿Vamos a la feria?

--¿Ellos? –Xosé se mostró escéptico.

Helena se calló, impasible, pero imponente como ella era. Sus colegas cambiaron una ojeada pero sabían que ante las resoluciones de Helena García poco había que hacer. De medidas perfectas, alta, rubia y de ojos azules grisáceos; Helena era una modelo en auge en España, y ahora en el mundo. Algunos medios ya la conocían como Helena de Troya como metáfora por el famoso personaje de la Ilíada, del mismo nombre y que era famosa por ser la más bella del mundo.

--Venid.

Como un resorte, todos se dispusieron a tomar sus abrigos, chaquetones, blazers. La música del local todavía no había cesado y se prometía lo mejor del evento pero Helena los arrastró a la feria que estaba a dos calles, en una explanada lo suficientemente ancha para albergar ciertas atracciones sencillas.

Se dejaron guiar por su amiga entre risitas y grititos de emoción, intriga y celebración. El ambiente a su alrededor no era menor, sobresaliendo las carcajadas y canciones de la gente que en su mayoría ya estaba ebria.

--Siempre haces lo mismo. Te pones enigmática y tengo que acertar cuando nunca acierto.

--Calma hermano. El acertijo es para todos. No va a ser sólo para ti.

--¿Tenemos que adivinar? –Inquirió Coco, entre una risita tonta.

--¿Qué pensáis que os voy a ofrecer?

--Drogas.

--Dinero.

--Un polvo.

Helena rio ante las ocurrencias de sus mejores amigos.

--Estáis cerca.

--¿Una beca Robbinson?

--También aciertas.

--Te estás quedando con nosotros –rio Renata.

--Os ofrezco todo a la vez… y muchas más cosas.

Se les iluminaba la cara ante sus palabras. Era como prometer la cura del cáncer.

--¿Qué pretendes? –Preguntó Stella, la única reacia a aquellas palabras--¿Estás tan borracha?

--Venid conmigo. Tan solo seguidme.

--¿Mil polvos?

--¿El Euromillón?

--¡Un pullitzer!

--Matarme de sobredosis… paso.

--Vamos, damas y caballero. Los borrachos sois vosotros. No tengo el premio todavía.

--Soy la única sobria. Todo me parece absurdo –insistía Stella.

--Todavía no lo sabes. Pero, en cuanto nos acerquemos, serás la primera en saberlo.

--Helena, pinta mal pero cuenta conmigo.

Renata la abrazó y, en el intento, se tambaleó.

--Chicos, escuchadme, ¿seguro que no queréis saber cómo empezó mi éxito?

--Ni que fueras para tanto, chica.

Xosé puso los ojos en blanco.

--Acabo de firmar con la mayor empresa de lencería del mundo.

--Siempre has tenido buen tipo.

--Vamos, no seáis jóvenes y absurdos.

--Venga, moved el culo, no sé si está borracha o drogada pero promete ser divertido –los animó Renata.

--¿Por qué no hacemos selfies? Un collage recordando nuestro primer fin de año juntos en Barcelona –preguntó Stella cuando salían del local.

--Está bien. Os enseñaré mi secreto de fotografía si accedéis ir a la feria conmigo.

Se sacaron cincuenta fotos, como mínimo Iban aprendiendo en el acto. Helena les enseñaba ángulos y poses pero, hasta que todos los cinco salieron bien en una a la vez, no se dieron por vencidos. Si no fuera por los consejos, su collage de la noche se sería un conjunto de fotos de cada uno borracho posando como si fueran buscados o presos.

--Ojalá esto me diera para un book digno del pullitzer.

--Parad ya. Lloriqueáis como niños pequeños quejándoos de vuestros sueños frustrados y vidas sin perspectiva. Tenéis que tomar acción. Como me habéis hartado, os mostraré algo que me moría de ganas de enseñar a alguien. Seréis los afortunados.

--¿Está borracha?

Renata reía, primera a la cabeza de la fila de camino a la feria.

--Ya he conseguido mi primer “beauty contract”. Contrato de belleza. No os puedo revelar la empresa. Pero, antes de que me felicitéis, os diré mi secreto.

Helena a veces pecaba de arrogante. Sus más cercanos se lo perdonaban por su buen corazón.

--No. Nunca lo adivinaríais. Este trabajo es difícil. La gente no ve lo que haces bien, solo lo que haces mal, a no ser… que seas una chica con suerte, como yo. Gracias a un pacto.

Helena se puso a jugar con una lata de su cerveza vacía. Xosé sacó una cámara no profesional pero decente, debido a ser la noche de Fin de Año.

--¿Puedes seguir haciendo eso? –Le preguntó a Helena.

Su hermano le sacó una foto sin esperar respuesta.

--Lo natural es arte.

Xosé se encogió de hombros. Helena tiró la lata y respiró profundo.

--Todos tenéis talento. Os ayudarán a conseguir vuestros más ansiados sueños. ¿Me seguís? Hay que ir a la feria antes que a la fiesta.

Resoplidos, murmullos. Nadie quería moverse más lejos de cien metros de la calle, donde estaban invitados a una de las mejores fiestas internacionales de la zona Erasmus. Sin embargo, aquella afirmación sonaba tremendamente plausible, aunque nadie la creyó ni por un momento. Helena, en cambio, parecía entusiasmada en lo que estaba ofreciendo a sus amigos. Jugar a un estúpido juego de sangre con alguna especie de bruja no parecía fuera de lugar en aquel momento de la borrachera.

Estaban listos para irse así que prosiguieron el camino. De vez en cuando, el cielo oscuro sin nubes asomaba estrellas cada una más brillante que la otra. Mientras marchaban, Coco miraba en torno con mirada borrosa debido al alcohol. Tenía la impresión de que olvidaba algo. O que algo no iba del todo bien. Su intuición no solía fallar.

Helena era como un planeta y ellos sus lunas. Los arrastraba como la gravedad, siempre en su órbita.

--Sé que estoy siendo demasiado misteriosa pero os agradará lo que veréis –rompió el silencio Helena cuando se adentraban en la feria--.Si este fuera el último día de nuestras vidas… ¿sería así como querríamos vivirlo? Debemos amar lo que hacemos. Perseguir nuestros sueños. Yo acepto el trato.

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